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El vivir nos sucede en el mundo que co-habitamos, junto a todos los seres, humanos o no humanos, de modo que el grado de bien-estar o mal-estar en los que nos encontramos, no pueden comprenderse ajenos al entorno social-ecològico, en el que realizamos nuestra existencia.
Lo que nos rodea, queda necesariamente afectado por nuestros actos y por lo que nos sucede, del mismo modo que lo que ocurre en nuestro entorno, nos afecta tambièn, en un proceso permanente de acoplamiento y afectaciòn mutua entre organismo y medio.
Asì, en esta dinàmica de afectaciòn mutua, podemos evidenciar situaciones conmovedoras y alarmantes ocurriendo en nuestro vivir de èste mismo momento:
- Se desvanecen los hielos glaciales y plataformas heladas a una velocidad que probablemente permita que los eventuales nietos de los màs jòvenes aquì presentes, sepan de aquellas maravillosas conformaciones geològicas, sòlo por imàgenes del pasado.
- Se transmutan en vergonzosas fumaradas, milenarios bosques, estepas, y sabanas, junto a los innumerables e imprescindibles organismos que los habitan.
- Las extensiones acuìferas del globo, dejan implacablemente de constituìr un hàbitat para mùltiples seres y organismos fundamentales para el sostenimiento de la vida.
- El aire, deviene en una masa gaseosa, progresivamente irrespirable, saturada de partìculas venenosas.
Todo esto sucede en proporciòn directa al aumento del sufrimiento humano y puede sostenerse que no hay un espacio, a esta altura de las circunstancias, donde no se manifiesten las consecuencias de este particular modo de realizar la existencia humana, de caràcter antropocèntrico, tecnocèntrico y esencialmente; egocèntrico; que deviene en mal-estar o des-armonìa, no sòlo para la especie, sinò como ya se ha indicado, para todos los seres quienes co-habitamos la ecosfera.
Ahora bien. Esto que aquì distingo como mal-estar en nuestro vivir, està referido a un modo contemporàneo de hacer lo que hacemos los humanos, que deviene en reiterada y progresiva des-armonìa, incomodidad creciente, colisiòn con todos los sistemas vitales, tanto internos como externos y corrupciòn de nuestra convivencia, hasta el punto de boicotear ciegamente todos los dominios promotores de nuestra existencia como seres vivos, una habilidad en la cual nuestra especie ha adquirido un temible y abrumador potencial.
En estas circunstancias entonces, como un acto que considero relevante en el proceso de re-encuentro y acciòn social, me permito invitarles a reflexionar acerca de aquel modo de conducirnos y de las dinàmicas emocionales que podrìamos correlacionar con este estado de cosas que nos afecta.
Si uno mira en el devenir evolutivo de nuestra especie, y en general de todos los organismos, y en especial de los mamìferos, a los cuales pertenecemos (aunque esto pueda no gustarle a algunos), podemos distinguir muchos procesos que pueden dar luz acerca de nuestra naturaleza emocional constitutiva.
En este sentido, es posible indicar que el conocimiento humano acerca de nuestra filogenie, supone un proceso evolutivo de alrededor de 3,5 millones de años para nuestra especie, y tambièn supone que alrededor de doscientos mil años atràs en nuestra historia, nuestros ancestros estaban ya en condiciones evolutivas biològicas muy similares a las actuales, lo cual implica capacidades bio-fisiològicas anàlogas a las del ser humano contemporàneo u homo sapiens sapiens, de acuerdo a la clasificaciòn actual.
Tambièn podemos observar en esta deriva de conocimiento acerca de los seres vivos que, en todas las especies, lo que cada organismo requiere, como cuestiòn fundamental para la continuidad de su vivir, es la creaciòn y conservaciòn de un hàbitat protector de su proceso reproductivo, proceso que a su vez constituye el fundamento de la existencia de aquel organismo, siendo esto del mismo modo para la especie humana, atendiendo su condiciòn biològica de primate homìnido.
Esta cuestiòn de la creaciòn y conservaciòn del hàbitat en todo organismo, es posible evidenciarla desde, por ejemplo, una colonia de estreptococos, alojados en una càlida esquina de nuestra garganta (cuando en ese caso se han dado las condiciones para la configuraciòn de un hàbitat apropiado que potencie su proliferaciòn; temperatura, humedad, inmuno depresiòn, etc,), pasando por las diferentes formas de vida animal y vegetal, hasta llegar a las especies mamìferas y, en particular, a estos mamìferos distinguidos a sì mismos como humanos, cuya condiciòn de reproducciòn y conservaciòn de su vivir està dada por el hàbitat distinguido como comunidad y sus dinàmicas relacionales comunitarias.
Continuando, cuando vemos los espacios relacionales e interacciones que animales mamìferos, se dan para la acciòn reproductiva y de conservaciòn espontànea de su vivir, en la cual considero especialmente aquì la crianza, nos impresionamos con actos que frecuentemente connotamos como inteligentes y tiernos entre progenitores y crìas, ya sea en el amamantamiento, el juego, el desplazamiento grupal, el aprendizaje de pràcticas de sobrevivencia, la consecusiòn de alimentos o el ocio.
Al observar estos acontecimientos en estas especies, uno puede apreciar, generalmente, una acciòn concensuada, un proceder espontàneo en el conducirse de los integrantes del grupo, de forma que la organizaciòn grupal puede sostenerse y re-crearse. Y eso aparece naturalmente en la convivencia de cualquiera sea la especie animal a la que hagamos referencia. No hay modo de que una especie, grupo u organizaciòn pueda sostener su existencia en el tiempo, si lo que prevalece es una dinàmica autodestructiva.
En estas circunstancias y siguiendo lo expuesto, co-visualizo que nuestra especie humana no podrìa haberse conservado y evolucionado hasta el momento actual, si no hubiera operado en similares formas de conducirse, que protegieran su organizaciòn grupal y su potencial re-creativo, a travès del cuidado y amparo mutuo, manifestado espontàneamente en la cotidianeidad de cada individuo, perteneciente a esa comunidad humana, quienes con su hacer a su vez, reproducìan naturalmente esta condiciòn de existencia en todos los niveles de la comunidad,
Y para que esto sucediera, ese modo de conducirse en comunidad, no podrìa haberse realizado en presencia permanente de rechazo o exclusiòn mutua, salvo circunstancialmente. Sino màs bien, la comunidad se reproducìa bio-relacionalmente, en el ejercicio cotidiano de una dinàmica co-operativa de co-laboraciòn y aceptaciòn, lo cual en nuestra experiencia, sabemos que integra, estimula la creatividad, cohesiona, diversifica y amplìa la mirada en todos los dominios de nuestro quehacer.
Ahora bien. La Biologìa del Conocer, Biologìa del Amar, explicaciòn del fundamento ontològico constitutivo de lo humano, concebida por el Dr. En Biologìa HMR, es una de las vertientes vitales desde donde modulo y recreo mi mirada y doy curso a esta reflexiòn que comparto con ustedes.
Y esta dinàmica co-operativa en la co-laboraciòn y la aceptaciòn a la que hago referencia, como condiciòn para la conservaciòn de nuestra especie hasta este instante; desde la Biologìa del Conocer-Biologìa del Amar; es distinguida como; Amor. Esto es; el dominio de acciones, o dinàmicas conductuales, donde el otro, la otra, es reconocida-reconocido como legìtimo otro-otra, en mis circunstancias (aparecen en mì espacio relacional, no me son indiferentes).
En estas circunstancias, sòlo la aceptaciòn del otro-otra, en un vivir grupal co-operativo en comunidad, puede haber posibilitado la expansiòn de la especie y el acoplamiento contìnuo con su entorno, en condiciones de severidad y extrema dureza ambiental. La comunidad, lo comunitario y las dinàmicas conductuales en el hacer co-laborativo, surgen juntos, otorgando soporte y protecciòn mutua al interior del grupo, en un proceso de retroalimentaciòn sistèmica.
Prosiguiendo esta deriva reflexiva, si miramos atentamente nuestra cotidianeidad, probablemente podremos apreciar que en una abrumadora mayorìa de dominios del quehacer humano, hoy, aquella emocionalidad en la co-operaciòn y co-laboraciòn, es un dominio de acciones gravemente amenazado por una avasalladora progresiòn de dinàmicas conductuales centradas en la apropiaciòn y la competencia, distinguiendo con estos tèrminos a dinàmicas conductuales donde el otro-otra, aparecen como adversarios, con su imperioso corolario de negaciòn, exclusiòn y aniquilamiento potencial de lo social comunitario y sus pilares bio-relacionales: esto es; destrucciòn del Hàbitat imprescindible para la conservaciòn de la especie.
Este devastador emocionear en la apropiaciòn y la competencia es lo que se ha venido conservando y potenciando en nuestro vivir cultural, al punto que se incorpora tràgicamente como parte de las pautas de crianza actual connotando y promoviendo un operar cotidiano en la apropiaciòn, rivalidad, control y poder desde los primeros años en la ñiñez.
Atendiendo a lo expuesto, sugiero entonces que:
- Las dinàmicas conductuales constitutivas propias de la actual cultura que vivimos, son la competencia, la apropiaciòn, el control y sumisiòn, con sus secuelas correspondientes de exclusiòn, negaciòn, expolio y aniquilaciòn, no sòlo del otro-otra, sino de todo el entorno que nos sustenta, dada la imbricaciòn organismo-medio.
- Ninguna de las consecuencias del operar en alguna de las dinàmicas conductuales que he señalado como propia de esta cultura que co-distingo como patriarcal/matriarcal, devienen en bienestar para el vivir humano. Todas sus consecuencias implican desagregaciòn, corrupciòn de procesos vitales, alienaciòn y necesariamente; enfermedad.
- En estas circunstancias, aquello que nos enferma es de caràcter relacional, fundamentalmente concerniente a la destrucciòn concertada del espacio de interacciones comunitarias, que es donde se recrea lo humano.
- Asì, la enfermedad, como manifestaciòn de des-armonìa, es una respuesta inevitable del organismo a un espacio relacional agresivo-negador. A la pèrdida del hàbitat bio-relacional. El stress, la depresiòn, la ansiedad, la inmunodepresiòn, las somatizaciones son consecuencias naturales a la ruptura de un àmbito que nutre la convivencia. Todo organismo se stressa y deviene en depresiòn reactiva de sus sistemas vitales ante la negaciòn de sustento bio-relacional. En lo humano, esto sucede ante la destrucciòn de la comunidad, esto es; la destrucciòn de lo social y su rotunda consecuencia: el desamparo.
- En el marco de la medicina convencional, estas des-armonìas y pèrdida del contacto social, pretenden ser compensadas por la vìa farmacològica, desde una mirada funcionalista acotada al eventual alivio sintomatològico.
- Este hacer de la medicina convencional fomenta la narco-dependencia y el desconocimiento, al encubrir la naturaleza sistèmica bio-relacional de nuestro vivir y no hacerse cargo de las consecuencias de este encubrimiento, operando en consecuencia, como lùcida y funcional complicidad con las dinàmicas de poder, control y sumisiòn.
- No se nace violento, ni criminal, ni mercenario, ni lacayo: el individuo se configura en estos patrones conductuales, que degradan nuestro vivir, en el proceso de nuestra crianza, en la interacciòn con nuestros cuidadores y nuestro entorno, en una dinàmica de acoplamiento estructural contìnuo entre organismo y medio.
- De este modo la medicina convencional es funcional al sistema de dominaciòn imperante constituyèndose en un instrumento relevante en el proceso de corrupciòn/neutralizaciòn/contenciòn/alienaciòn del potencial social; especialmente al patologizar la diferencia y la rebeldìa.
- La rebeldìa que aparece justamente en la negación, la exclusión del/la otra/o. APARECE como consecuencia intrínseca de las dinámicas de control y sumisión en la cultura patriarcal en la que hoy vivimos. Rebeldía que en lo humano puede tomar formas destructivas en la medida que se conforma como reacción sin reflexión (derivando en desarmonía psíquica y/o relacional como enfermedad y/o en acción destructiva hacia otr@s pares), pero que tambièn puede derivar en un acto de responsabilidad social, dignidad y valentía, si es que el sufrimiento es transformado en acción social a través de la reflexión, que amplía la mirada y sienta las bases para una conducta social responsable, abriéndose a explicarse; de qué se trata, como se entiende lo que ocurre y realizando una acción efectiva en pos de la superación de aquello que nos afecta/oprime.
- Sostengo aquì que la rebeldìa aparece en nuestros corazones como la resistencia a la sumisiòn, la resistencia al poder y al control, la resistencia a la imposiciòn del dominador y sus haceres de mala muerte. La rebeldìa es una respuesta natural desde lo màs ìntimo de nuestra existencia; la rebeldìa creemos como colectivo, es el misterio de la existencia misma buscando la recuperaciòn de su salud, la recuperaciòn de su armonìa.
- Y esto es lo que nos hace rebeldes, y este encuentro mismo aquì en Madres de Plaza de Mayo, es la rebeldìa digna, hacièndose presente, diversa, conciente, Rebelde. Es nuestro corazòn sanàndose del sufrimiento, convirtièndolo en reflexiòn, organizaciòn, dignidad, abrazo y escucha, acogida y resistencia; corazòn madre tierra, que es el corazòn de la salud rebelde.
- Y por eso estamos aquì, porque aquì la rebeldìa, ese acto de sanidad profunda, ha decidido reunirse y dar un nuevo paso en la convivencia y en la resistencia, que es lo que comprendemos como “Salud Rebelde en Movimiento”
En estas circunstancias; nuestro hacer terapèutico, tanto individual como colectivo, nuestra responsabilidad social; es manifestada en la co-laboraciòn para la apertura de espacios de reflexiòn acerca de la cultura en que vivimos y sus consecuencias en nuestro vivir, asì como la indagaciòn y el fomento de instancias de conocimiento y pràctica de sistemas de salud promotores de autonomìa y de una pràctica social integradora, basados en conocimientos ancestrales tanto de las culturas orientales, como las del Abya Yala.
Desde esta mirada, en nuestro parecer entonces: la Rebeldìa es un acto saludable.
Y para dar tèrmino a estas palabras, me permito disponer aquì una conclusiòn vitalmente amorosa, de los progenitores del “Negrito” Floreal Avellaneda…….: “Si algo nos enseñó el dolor fue la rebeldía.”
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