1ra sesión del taller de formación en casa de herrero cuchillo de palo, organizado por la Coordinación Interregional de Trabajadorxs del Área Social (CITAS) y el Sindicato Nacional de Fondo Esperanza (SI.NA.FE.). Esta 1ra sesión se realizo el día sábado 25 de Mayo en dependencias de la Confederación General de Trabajadores (CGT) y fue transmitida en vivo por radio La Voz de los Trabajadores.
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viernes, 31 de mayo de 2013
jueves, 30 de mayo de 2013
Chile: ¿Dónde está el poder? Las anomalías del proyecto neoliberal y las opciones para un poder político-social emergente.
Entrevista a Rafael Agacino en Revista Materialismo Histórico
Entrevista a Rafael Agacino*.
Revista Materialismo Histórico, Nro 3, año 2013 (en prensa), Edición del Grupo de Estudios Marxistas [GEM], Chile**.
¿De qué manera podríamos vincular la situación política con la situación económica y, en el caso concreto chileno, cómo podríamos aplicar esta relación que existe entre estos ámbitos de la estructura social?
En toda sociedad de clases existe una disputa de base referida a las condiciones de reproducción de las relaciones sociales que la fundan. La clase dominante se sirve de la dominada como medio para la reproducción del conjunto de relaciones sociales que la mantienen a ella como dominante y a la clase dominada como dominada. Desde un punto de vista económico, una de esas condiciones es la producción de un excedente, cuestión nada trivial para la clase dominante pues implica resolver el problema de los mecanismos de apropiación y control del trabajo para garantizar la generación de un producto necesario -necesario para la auto reproducción del fuerza de trabajo- y de un excedente destinado a la reproducción de si misma y de su lugar dominante. El conjunto de reglas y prácticas que la clase dominante impone para la generación del producto social necesario y excedente, son ya, evidentemente, un hecho de poder, un hecho político estructuralmente imbricado a la dimensión económica. Y no sólo el reparto del producto social sino principalmente el orden social pues el capital requiere reproducir el entramado de relaciones sociales que le permiten su soberanía sobre el trabajo ajeno. No se trata solo del reparto del producto sino también del reparto bajo dominio del capital, del tiempo de vida en tiempo de trabajo y de no trabajo. Este punto es crucial para comprender el vínculo entre economía y política. El marxismo y la teoría crítica se esfuerzan por mostrar esa relación indisoluble entre lo político y lo económico, de mostrar que la reproducción de las condiciones materiales de existencia del poder exige la reproducción de las relaciones sociales de dominación. Por ello, el capital no busca solo producir plusvalía sino además una fuerza de trabajo susceptible de ser dominada; una clase dominada que en el ciclo social-productivo se reproduzca así misma como clase dominada.
Esto no es pura retórica; su carácter real la mayoría de las veces irrumpe con descarnada violencia. En Chile, nos aprontamos a cumplir cuarenta años del golpe de Estado y de la contrarrevolución neoliberal. El golpe de Estado fue una reacción violenta de la burguesía y el imperialismo para evitar que el movimiento obrero y popular sobrepasara las instituciones y relaciones de poder que lo mantenían hasta entonces como clase dominada; la contrarrevolución neoliberal, por su parte, fue el proceso de transformaciones impulsadas para conjurar estructuralmente esa fuerza emancipadora y reponer el orden reproductivo del capital bajo una nueva forma. Las fuerzas republicanas, burguesas o reformistas, de seguro conmemorarán los 40 años evocando la ruptura democrática, y si acaso, lo “pendiente” para su “recuperación plena”. Pero será un recuerdo a medias. El putsh golpista y la violencia burguesa no agotan el carácter de la contrarrevolución pues ésta no se restringió a la sola ruptura política institucional. La perspectiva histórica nos permite constatar que el golpe significó mucho más que el derrocamiento del Gobierno de Allende y la supuesta restauración de la constitucionalidad vigente hasta 1973; la contrarrevolución se hizo contra esa inmensa fuerza emancipadora que el movimiento obrero y popular había acumulado hasta entonces, y por ello, adquirió un carácter refundacional del orden burgués. La solución y el “experimento chileno” pusieron de manifiesto una estrategia inédita frente la crisis del capital y una señal muy potente para América Latina y el mundo. En Chile el capital ensayó construir una forma tal de funcionamiento de la sociedad que, a pesar de su violencia fundante, que castigó cuerpos y consciencias, se naturalizara con el tiempo, es decir, que sus prácticas y valores individualistas y hedonistas, se fijaran como un sentido común propio de un nuevo orden reproductivo del capital. Chile muestra con crudeza el estrecho vínculo entre política y economía, y para peor, el éxito del proyecto refundacional de las clases dominantes. Son cuarenta años que muestran cómo la política y la economía se combinaron de manera traumática en su etapa fundacional, y luego, al paso de las transformaciones estructurales, cómo moldearon una forma de vida que ha naturalizado la dominación del capital. Por suerte han surgido fisuras que señalan los límites intrínsecos de la utopía neoliberal y que permiten abrir posibilidades a un proyecto emancipador que concilie una política y una economía liberadoras.
En su opinión, ¿podríamos hablar de que existe una crisis del modelo en este momento?
Es una pregunta compleja. Si con ello quiere decir que frente a las anomalías mostradas por el modelo y el mayor activismo social, se divisan fuerzas portadoras de proyectos contrapuestos a éste (modelo), sean de reformas o de ruptura, claramente diría que no; que no estamos en una situación de crisis. No distingo hasta hoy un sujeto político o un sujeto social politizado capaz de levantar un proyecto anticapitalista, ni siquiera genuinamente anti neoliberal. Todavía, desde esa perspectiva, es demasiado temprano para hablar de crisis.
Sin embargo la sensación de desorden social y político que observamos, sí puede interpretarse como síntoma de un modelo económico y social que a la vuelta de 40 años ha madurado. Podemos afirmar que todas las reformas estructurales –al mercado de trabajo, las pensiones, la salud, la educación, el sistema de TV, la gestión monetaria, la canasta productiva exportable, etc.– han dado ya sus frutos y ahora comienzan a desplegar sus contradicciones. Tanto es así que en las luchas recientes, sobre todo en el caso de los secundarios, más que resistencia a las transformaciones neoliberales lo que se visibiliza son fuerzas emergentes y multiformes, hijas de las reformas neoliberales ya maduras; lo mismo en las luchas de algunos segmentos del trabajo precarizado y fragmentado y en las explosiones comunales. Desde un punto de vista estructural, de la “fase”, más que una situación de crisis lo que advertimos es un proceso de maduración de un modelo al que le cuesta cada vez más sostener y reproducir las formas de producción, de funcionamiento del mercado del trabajo, de la subjetividad, etc., y que por ello, deja entrever sus contradicciones intrínsecas, es decir, tal y como emanan de sí mismo. Parafraseando al profesor Caputo, al neoliberalismo no lo criticamos porque no funciona sino precisamente porque funciona, y porque en este momento, al hacerlo, despliega toda su esencia: la desigualdad y la opresión encubiertas bajo la forma de “libertad de elegir”.
Por otra parte, a nivel de lo político, del “período político”, enfrentamos claramente un cambio iniciado en el gobierno de Bachelet y que se acelera a partir del de Piñera. Normalmente esta idea de período se refiere a la composición del bloque en el poder y la modalidad en que se expresa la correlación de fuerzas, y creo que en este instante, el cambio de período devela a este último respecto, una tendencia bastante nueva: la entrada en escena de una suerte de “poder dual burgués”. Esto es difícil de captar si no tenemos los lentes adecuados. La izquierda del siglo XX ha concebido la política como un campo de acción fundamentalmente restringido al Estado o definido por este. No hay política fuera del Estado o sin referencia a este por cuanto la política sólo se realiza en términos de las instituciones del Estado que definen el espacio de lo político. La izquierda tradicional -y hasta cierto punto también la izquierda revolucionaria- quedó atrapada por una concepción liberal burguesa y republicana de la política, una concepción que se aviene bien con una visión canónica del Estado definido como una estructura jurídico-política desde la cual se ejerce el dominio de clase. Todos aprendimos que la infraestructura daba origen a una superestructura -las relaciones jurídicas y políticas existentes- y que la expresión de esa amalgama de relaciones de propiedad era por antonomasia el Estado. Pero ¿qué pasa si lo jurídico se escinde de lo político y el poder político real se desplaza más allá del Estado? Así como en el campo de las relaciones capital-trabajo, las prácticas de subcontratación han separado las relaciones económicas de explotación de las relaciones jurídico-laborales, por cuanto quién explota no es quién contrata y quién contrata no es quién explota, del mismo modo el Estado cada vez más parece un cascarón jurídico que, si bien mantiene la potestad de la ley, se muestra estéril respecto de la disposición real de los recursos institucionales y materiales vitales para el destino del país. En efecto, la posesión, el dominio pleno – y no la propiedad jurídica formal- sobre los recursos naturales, sobre la fuerza de trabajo, sobre el contenido de la política económica, de las inversiones, el crédito, los precios fundamentales, etc., cada vez le es más ajena al Estado y se traslada a la esfera privada o pública no estatal bajo control del capital. El poder efectivo reside cada vez menos en el parlamento o el ejecutivo que en los edificios corporativos de los grupos económicos y sus think tanks. Para usar una figura propuesta por Allamand, se trata de poderes fácticos, no “formalmente” políticos, pero que por efecto de una fuerte centralización de capital facilitado por un ciclo largo de acumulación, no pueden sino expresarse como poder político. Unas cuantas familias y corporaciones han cruzado el umbral crítico de acumulación y controlan masas gigantescas de recursos que las colocan en una condición inédita como poder previo, ex ante, a las decisiones formalizadas en el parlamento y el gobierno; un poder real, determinante, que se ubica y opera por fuera del Estado. ¿Y qué es eso sino poder económico que se expresa directamente como poder político, sin mediaciones jurídico-institucionales de ningún tipo? Si, las instituciones de la República funcionan, pero dada la escala de la acumulación, se han vuelto pigmeas y funcionan como simples protocolizadoras de las decisiones del capital. Este es el síntoma más claro de la existencia del “poder dual burgués”.
En mi opinión esta tendencia es una manifestación de las contradicciones propias de la maduración de contrarrevolución neoliberal chilena y resulta crucial tenerla en cuenta para el decurso del nuevo periodo. Sabemos que todo poder dual es inestable y no puede sostenerse indefinidamente; los sectores dominantes más inteligentes están conscientes de ello y debaten como resolver con prontitud este problema.
¿Qué salidas posible se avizoran desde el punto de vista de la burguesía ante esta encrucijada en que ven un estado con un menor poder, más que nada transformado en un cascarón como se ha señalado? ¿Qué alternativas posibles se avizoran?
Si consideramos que este singular “poder dual burgués” es dual respecto del Estado, entonces es necesario interrogarse por el carácter de este Estado y dar paso a preguntas más específicas que afinen el análisis. Por ejemplo: ¿Cuál es el rol que el capital asigna y asignará al Estado y al sistema político en condiciones de una contrarrevolución madura? ¿Seguirán las clases dominantes apostando a la privatización de la vida social o intentarán una nueva alianza para reponer el sistema político y el Estado como lugar de resolución de las contradicciones inter burguesas (parlamento clásico) y de procesamiento y negociación de las demandas de las fuerzas que reclaman el viejo “estado protector”? Naturalmente el Estado podría seguir funcionando como simple cascarón jurídico, convirtiendo en ley y política gubernamental decisiones convenientes al capital tomadas desde fuera del sistema político, y lo puede hacer porque aún mantiene el monopolio de la fuerza legítima. Pero ello implica exacerbar su carácter coercitivo y represor, y con mayor razón si el malestar social se masifica y manifiesta por fuera del sistema político. ¿Qué duda cabe que esto ocurre desde hace un tiempo? Paulman con su torre y estacionamientos, Matte con Hidroaysén, etc., y en contraportada, la militarización de las zonas mapuche y los procedimientos cada vez más violentos contra las organizaciones sociales y los actos públicos, lo confirman a cada rato. En un caso, el poder económico manifestado sin intermediación como poder político instruyendo al poder estatal administrativo, y en otro, el carácter cada vez más policial que asume un Estado recargado de acciones y recursos coercitivos.
Esta tendencia está correlacionada con la falta de sintonía entre la “derecha económica” y la “derecha política”. Para la primera, la mejor opción para la administración del modelo fue la Concertación, tanto porque ésta conjuró el impulso rupturista aún presente en el movimiento anti dictatorial a fines de los años ochenta, como porque, siendo co-autora de la transición pactada, otorgó la legitimidad necesaria al régimen político y al modelo económico-social de la Dictadura. La derecha política, en cambio, enredada en qué hacer con la herencia política pinochetista, tempranamente se trenzó en luchas intestinas cuyo resultado fue la ruptura entre el gremialismo y la derecha tradicional hasta su separación en dos partidos: RN y la UDI. Esta derecha política no logró nunca, incluso hoy con el gobierno de Piñera, una estatura política que le permitiera presentarse como “intelectual orgánico estadista” y proyectar así el modelo neoliberal más allá de la transición; en tiempos de la Concertación actuó como gendarme y hoy resiste, a la defensiva, sin iniciativa, sin saber que hacer frente a las arrugas de un modelo maduro. Y esto justo cuando aparece el malestar social “desde abajo” y parece llegar otra vez la “hora de la política”. En el nuevo período, la derecha económica, que gobierna desde fuera y directamente, circunstancialmente carece de los medios y de una institucionalidad, salvo el mercado, que le permita conectarse a esos malestares, anticiparlos, procesarlos y disiparlos. La propia sorpresa empresarial respecto del ciclo de movilizaciones sociales desatado el 2010, refleja muy bien la esterilidad del Estado y del sistema político, incluyendo los partidos de derecha y de la Concertación, para administrar conflictos. No es extraño entonces se apele con más frecuencia e intensidad a las funciones policiacas del Estado.
La emergencia de la “cuestión social” cambió el panorama y mostró la incompletitud de la utopía neoliberal del “orden de mercado”. La institución mercado se revela insuficiente para procesar todos los conflictos y transformarlos en meras contiendas entre partes privadas; el dispositivo de regateo entre privados (mercado), incluyendo el dispositivo judicial para resolver en los tribunales las contiendas relativas a obligaciones consignadas en los contratos, no alcanza tampoco para contener y mantener los conflictos en la esfera civil, sobre todo cuando una de las contrapartes salta de lo individual a lo colectivo. La primera clarinada de la hora de la política fue la irrupción de “los de abajo” y “los del medio” frente a la repetida prepotencia y a las sucesivas estafas de “los de arriba”; y en este instante, cuando el “orden de mercado” se desborda, los dispositivos alternativos de gestión de conflictos parecen desacreditados o no bien aceitados, salvo la violencia del Estado. Esta “anomalía”, la emergencia de la cuestión social, que triza la utopía neoliberal, ya se manifestaba en el último gobierno de la Concertación pero se exacerbó en el de Piñera y seguirá exacerbándose. Por ello, para el capital y los sectores más talentosos de la derecha política, el problema real y sus salidas son más complejos que una mera recomposición de la unidad de la Alianza (Renovación Nacional y la UDI) o de la propia Concertación. Más bien los esfuerzos parecen orientarse a constituir una fuerza política transversal, capaz de sostener los consensos básicos respecto de los fundamentos del modelo en circunstancias en que el dispositivo de mercado es insuficiente y el Estado y el sistema político se vuelven deficitarios como articuladores del orden. Les urge definir un nuevo horizonte para el modelo económico-social, y a partir de este, un horizonte para el régimen político. Esta es la tarea de fondo para las clases dominantes y hay que estar atentos a la táctica que adopten para enfrentarla.
Dentro de algunos sectores de la izquierda, o inclusive de la concertación, se ha planteado como una salida a este momento la convocatoria a una asamblea constituyente, ¿Qué opinión le merece a usted esta alternativa?
Una asamblea constituyente supone poder constituyente, sujetos constituyentes, fuerzas constituyentes. Y sabemos que si hoy o en el futuro inmediato se abriera la posibilidad de una asamblea, lo cual me parece ya improbable, el estado de debilidad del movimiento trabajadores y popular sería el marco propicio para legitimar un ordenamiento cuyas bases políticas, siendo optimistas, a lo más abrirían la puerta a un modelo cercano al que proclama el neo-estructuralismo de CEPAL: un capitalismo “mas inclusivo”, que promete reducir las brechas de desigualdad con políticas redistributivas y una intervención estatal moderada pero que mantiene las reglas fundamentales del mercado y del capital. Dificulto que en las condiciones actuales una asamblea constituyente, más allá de las encendidas y épicas alocuciones a los “ciudadanos” constituyentes, permita avanzar en reformas que trasladen siquiera en parte la soberanía a los productores y sectores populares. Pero aún así, si se definiera para el período este objetivo, una mínima seriedad política implicaría plantearse la tarea de construir una correlación de fuerzas adecuada para impulsar los objetivos más permanentes y emancipatorios. Desde ese punto de vista nuestra urgencia no es la asamblea constituyente sino construir una fuerza constituyente, de trabajadores y popular, capaz de unificar organizativa y programáticamente las voluntades en torno a un proyecto con horizonte emancipador. Y esto plantea inmediatamente la necesidad de impulsar un proceso de convergencia y el diseño de una táctica para el período cuyo centro sea la construcción de fuerza social y programática en esa perspectiva que, como lo he sugerido en otras ocasiones, contrasta con la idea de construirla en función de “incluirse” en la institucionalidad estatal, por ejemplo, como fuerza electoral. En particular la pretensión de ocupar espacios estatales en razón de que el Estado es un espacio en disputa, parecería razonable solo si el poder político residiera en el estado como lo declara el derecho constitucional burgués o como ocurrió en los períodos de estabilidad durante el siglo pasado. Pero si hoy, como afirma Mészáros, la verdadera y principal fuerza extra parlamentaria es la propia burguesía en virtud de que requiere cada vez menos de la intermediación parlamentaria para gobernar, entonces una táctica de “inclusión” en el Estado, en particular del parlamento y el gobierno, choca contra su nuevo carácter y promete más costos que beneficios. La escisión entre lo político y lo jurídico tiende a transformar al Estado en un cascarón jurídico, amén de todas las demás restricciones que éste impone a las fuerzas incluidas bajo clausulas de subordinación.
La fuerza constituyente tiene que disputar el poder político y no un lugar administrativo. Si el poder real se ejerce desde el seno de propia sociedad civil-empresarial y no desde las instituciones administrativo-estatales, la fuerza constituyente inevitablemente deberá enfrentarse a la patronal directamente en su propio terreno civil no estatal que, por lo demás, el mismo capital ha politizado. En muchos momentos a través de la historia el movimiento de trabajadores y popular, cuando ha enarbolado plataformas de lucha por los derechos generales superando la demanda salarial parcial o cuando ha asumido la lucha por modelos desarrollo ajustados a las necesidades populares, ha logrado desplazar la política de lo estatal-institucional a la esfera social, politizándola desde el campo popular. Por decirlo de algún modo, son momentos en que se enfrentan la sociedad civil-empresarial con la sociedad civil-trabajadora y popular. Por cierto esto no significa subestimar al Estado, sobre todo por cuanto éste retiene el monopolio de la fuerza legítima, pero en las condiciones del capitalismo actual la lucha no se concretará a través del Estado o desde el Estado. No; el Estado aparecerá como actor durante el proceso como aparato represivo, y después, cuando resuelto el conflicto aunque sea transitoriamente, como simple “escriba” de lo que el capital ha debido conceder o logrado imponer. ¿Qué mejor ejemplo la reciente lucha de los portuarios cuyo verdadero triunfo, como lo han intuido sus dirigentes más talentosos, fue obligar al conjunto del capital – no solo a las empresas de estiba- a negociar por fuera de la institucionalidad estatal, recolocando a esta última como mera instancia que, representada por Matthei y Chadwick, protocolizó lo que el capital fue obligado a ceder? No tenía sentido presionar al Estado para desde allí presionar al capital simplemente porque el Estado no era el empleador. Pero el enfrentamiento directo con el capital, en la medida en que se masificó y permitió constituir una fuerza crítica, politizo lo social y obligó al gobierno a concurrir a ese espacio y con ello sancionar con su presencia el carácter político que asumió en ese momento la “sociedad civil”. Ya los estudiantes en el 2010 habían mostrado el camino y unos años antes los mismos portuarios de la VIII región. El Estado, cuando las fuerzas sociales emergen como sujetos políticos y sobre todo cuando logran constituirse en fuerzas políticas críticas, es obligado a aparecer no sólo como represor sino también como actor de facto del desplazamiento de lo político a lo social.
En este mismo punto, sectores representativos de la izquierda también han planteado como propuestas para paliar un poco la desigualdad social y la desigualdad económica, la estatización de determinados sectores productivos, recursos naturales, pensiones, salud. ¿Qué opina de esto? ¿Sería conveniente, considerando el actual estado de las cosas, plantear este tipo de medidas?
Más allá de lo inmediato, en el plano de un proyecto emancipador, vale la pena tener en cuenta que no estamos construyendo una alternativa en los años ochenta del siglo pasado sino ahora, casi un cuarto de siglo después de la caída del muro y el socialismo. Debemos hacernos cargo en nuestras definiciones políticas de la evolución y el rumbo que tomaron los proyectos revolucionarios edificados en nombre del socialismo. No es posible seguir afirmando que la solución a los vicios del mercado es el Estado; eso lo sabemos porque los socialismos reales fueron sociedades estatalistas: “socializaron” los medios de producción traspasándolos al Estado pero terminaron construyendo un poder estatal que sustituyó al poder popular y una tecno-burocracia que negó a los productores; ni que decir de la extinción del Estado y de las clases como preveía el programa socialista. No por qué el neoliberalismo inclinó la balanza al mercado debemos hacer nuestra la encrucijada “Mercado o Estado” que declama el discurso tradicional; es la izquierda reformista la que por su concepción liberal de la política está entrapada en la dicotomía mercado-estado. Demandar o argumentar que el estado debe hacerse cargo de la educación, del transporte, de la gestión de la producción o del orden interior, en nuestro caso, es no dar cuenta de la historia de construcción socialista. Nuestra elección no es entre mercado o estado; sino por el poder popular como históricamente lo han proclamado las corrientes libertarias, socialistas, comunitaristas y marxistas. Desde este punto de vista, es muy esclarecedora la política la ACES que demanda educación gratuita, de calidad y pública pero que a la vez exige “control comunitario”. Como es obvio, alguna entidad tiene que asumir la titularidad de la propiedad de la infraestructura educativa, en este caso, el Estado, pero el control comunitario da paso a instancias organizativas en que profesores y trabajadores no docentes, padres y apoderados, estudiantes y la comunidad local, puedan ejercer y controlar la gestión y definir los contenidos educativos locales en coherencia con los intereses más generales del país. El Estado podrá tener el título jurídico de propiedad, pero la gestión y el derecho de uso - la posesión- residirá y deberá ser ejercida por órganos populares directos e indirectos de poder.
Es crucial entender que la propiedad estatal por sí misma no garantiza la participación ni socializa el poder; y puede operar, tal y como ha ocurrido usualmente, como simple dispositivo monopólico bajo control de los sectores dominantes. Por decir algo, el cobre podrá ser del Estado y sin embargo eso no significa un reparto equitativo de sus frutos ni menos que las alternativas de su uso y el destino de los ingresos –tratándose de un recurso tan central para el país- sean objeto de debate público. Lo mismo con el resto de los recursos de propiedad estatal, con las políticas económicas, con las instituciones gubernamentales, etc., que trazan la ruta de la economía y la vida nacional pero que a los trabajadores y sectores populares le resultan totalmente ajenas. No olvidemos que en el anterior modelo desarrollista el mismo cobre, el transporte, los puertos, gran parte de la educación y la salud, etc., pertenecían “a todos los chilenos” o eran controlados por el estado, pero de igual modo la acumulación se fundaba en la explotación, se generaba desigualdad, pobreza, subdesarrollo, dependencia y represión. No en vano el movimiento obrero y popular luchó por superarlo. El capitalismo puede operar bajo diferentes patrones de acumulación: unas veces con mas estado otras con mas mercado. El carácter e intensidad de la lucha entre las clases dominantes y los trabajadores y sectores populares, determina significativamente la modalidad que asuma la acumulación capitalista. Nosotros apuntamos a la emancipación y ello significa controlar nuestras vidas y necesidades. El estado podrá representarnos “a todos” pero si no tenemos el control del Estado, aún en el supuesto caso que derrotáramos a la patronal, la burocracia y los expertos constituidos como clase se harán cargo. Por cierto estamos lejos de esa posibilidad pero si se construye y educa desde ya al movimiento de trabajadores y popular con la idea que necesitamos una suerte de neo estatalismo y no una construcción de fuerza y poder propios, de seguro allanaremos el camino para que tales expertos y burócratas, en nombre del pueblo pero pagados por el capital, administren el poder y la vida colectivas. No podemos, como el sindicalismo clásico, reducir las luchas sociales a una demanda estrictamente redistributiva y solo por más salarios, puesto que si logramos ganar esas demandas, el capital nos seguirá vendiendo más alimentación basura, más educación basura, más salud basura, más entretención basura, etc., minando las bases ambientales y sociales de la vida colectiva. No tiene sentido salarios más altos para seguir comprando basura y horadando la sustentabilidad social y natural; lo que se requiere es poder para decidir colectivamente qué se produce, para quién se produce y cómo se produce. Contra el estatalismo, poder popular; contra el mercado y sus instituciones, formas de organización locales, sectoriales, mixtas y participativas para definir el modo de vida.
Para finalizar la entrevista, hemos estado hablando de la construcción de un sujeto, de la construcción de una fuerza popular, obrera, social importante. Dentro de ese punto usted mencionó que era importante la generación de un programa político ¿qué puntos o qué temas debería abordar un programa de esta fuerza política o fuerzas sociales o de trabajadores?
No podría responder en detalle; tal vez un listado de medidas… pero me parece que ello nos desvía de los temas que he tratando de precisar aquí: las orientaciones de las demandas más que las demandas mismas que, por lo demás, ya las propias organizaciones sociales las han ido definiendo y enunciando en sus plataformas sectoriales….
A lo mejor, podríamos ir a algo más genérico: ¿Qué es necesario para diseñar ese programa o qué preguntas deben plantearse, qué desafíos, qué asunto es fundamental para que esa fuerza tenga la capacidad para oponerse al capital?
Partamos diciendo que la izquierda estaba acostumbrada a definir el carácter de los movimientos y sus luchas en función del contenido de su programa y/o de su composición de clases. Si el programa contemplaba cambios como una reforma agraria, nacionalización de recursos naturales, propiedad estatal de los medios de producción, etc., era un programa socialista. Si no consideraba tales medidas o parte de ellas, entonces era un programa burgués, nacional-populista o solo antiimperialista. De igual forma, la composición de clase del movimiento - campesinos, obreros industriales, mineros, sectores medios o pequeña burguesía propietaria, etc.- definía su carácter. No obstante, en las circunstancias actúales, pasada ya mucha agua bajo el puente, ni lo programático ni la composición de clase son suficientes para caracterizar el movimiento, pues la forma en que las fuerzas deciden los contenidos programáticos y ejercen el poder, son elementos críticos. Como ya he apuntado en otra parte, entre dos fuerzas de igual composición y programa, desde el punto de vista de un proyecto emancipador, lo que permite discriminar entre ambas es si sus formas organizativas y sus prácticas realizan y potencian las capacidades y el poder populares. No cualquier tipo de organización y de prácticas son coherentes con un proyecto emancipador por más proletaria que sea la composición de la fuerza que lo levanta o por más revolucionario que rime el discurso que lo argumenta. Cuando afirmamos que las luchas y las demandas deben orientarse hacia el núcleo de decisiones sobre qué se produce, para quién se produce y cómo se produce, estamos diciendo que queremos soberanía para definir modos de coordinación que permitan decidir el tipo de objetos materiales e inmateriales a producir (“qué”); modos de distribución y reparto (“para quién”) sobre la base de criterios de equidad y modos de trabajo y producción (“cómo”) sustentables ecológica y socialmente. Todo lo anterior supone un entramado de relaciones de convivencia que permita deliberar, consensuar y unificar voluntades para asumir el control de la vida social a partir de la decisión sobre las necesidades colectivas, superando así la imposición de necesidades sea por el mercado o por el plan. Ya decíamos que el “socialismo histórico“ buscó resolver el problema burocráticamente en que jefes y expertos definían las necesidades y los tipos y cantidades de bienes y servicios a producir, los que luego, sobre la base de ciertos criterios técnicos y de reparto, definían hacia abajo la asignación de los recursos materiales, el trabajo y la producción. El capitalismo, por su parte, bajo la ideología de la “libertad de elegir”, encubre el hecho que las necesidades, la asignación de recursos, el trabajo y el reparto de la producción, se subordinan al imperativo del capital. Si el estatalismo condujo a una dictadura de las necesidades, también el capitalismo actual nos lleva al mismo punto: su pulsión por las ganancias lo impulsa a acrecentar y crear necesidades para mantenernos en una situación de escasez permanente y así vendernos objetos materiales o inmateriales ad-hoc que se supone nos satisfacen. El capital produce lo que renta y lo que renta se nos muestra como "lo que necesitamos". Mientras subsista la creencia de que las necesidades genuinas son las del mundo actual, las impuestas por el capital, las luchas sociales seguirán limitadas a demandas por un mejor reparto y/o aumento de la cantidad de las mismas mercancías que ahora se producen, postergando con ello la verdadera emancipación y agudizándose la destrucción de las bases naturales de la propia existencia humana. Hay que recuperar la soberanía sobre las necesidades y ello implica imaginar formas organizativas que hagan posible tal ejercicio soberano. Esta es la primera y fundamental orientación programática.
Una segunda orientación, contracara de la anterior, es la recuperación del control sobre el uso del tiempo vital, es decir, sobre el uso del tiempo de vida para decidir cuánto tiempo de trabajo y cuánto tiempo de no trabajo. Y esto que puede parecer extraño en circunstancias que una demanda histórica del sindicalismo clásico ha sido el empleo, no tiene nada de esotérico y menos para la patronal. ¿Qué duda cabe que no lo es cuando la Asociación de AFP propone aumentar la edad de retiro para evitar la bancarrota del sistema privado de pensiones, o en la misma Europa extienden los años de trabajo como una de las tantas medidas para resolver la crisis? Este segundo punto, la soberanía sobre el tiempo de vida, sobre el tiempo de trabajo y de no trabajo, está directamente imbricado con la recuperación de la soberanía sobre las necesidades pues el trabajo y las capacidades colectivas, su uso y aprovechamiento, deberían decidirse social y democráticamente. Por algo somos los trabajadores los que producimos la riqueza y resulta irracional que nuestro tiempo de vida lo distribuya el capital de acuerdo a sus propias necesidades.
Y para terminar, creo que las potencialidades abiertas en esta fase de maduración del patrón de acumulación y en medio del nuevo período político, permiten avanzar en la construcción de nuevas fuerzas sociales y programáticas que se desmarquen de la visión estatalista de la izquierda tradicional y del sindicalismo clásico. La izquierda "tradicional reformista", controlada por una dirección obsecuente, ya siquiera se sonroja al aliarse con los sectores dominantes mientras la izquierda “tradicional-revolucionaria” sin comprender profundamente el capitalismo actual sigue rebotando desorientada. Y el sindicalismo gremialista y estatalista, por su parte, es y será superado con mayor frecuencia por segmentos emergentes de trabajadores auto representados que apelarán a fuerzas propias y luchas de facto por sobre la componenda, la burocracia y el legalismo. No afirmo que estemos asistiendo al entierro de las izquierdas tradicionales y del sindicalismo clásico, pero se ha abierto un campo de acumulación social y política antes copado por esas fuerzas y que hace décadas no veíamos; este campo puede ser un escenario favorable para la construcción de nuevos sujetos colectivos con decidido carácter rupturista. El problema del período actual es definir, inventando o memorando experiencias, instancias convocantes y formas organizativas que permitan mancomunar razones, voluntades y subjetividades de los aún delgados pero visibles segmentos de trabajadores, sectores populares y demás fuerzas sociales que aspiran cambiar el modo de vida actual. Para esto se requiere abrir espacios de organización genuinamente participativos que politicen lo social más que socializar lo político; hay que desplazar lo político desde las instituciones formales de dominación a los espacios vitales, no tiene sentido intentar “socializar” instituciones ya desprestigiadas hasta decir basta y que fueron concebidas y funcionan como mecanismos del poder de la patronal. Nuestro problema real y el que abre futuro, es el que plantea construir formas colectivas que asuman la política, ejerzan soberanía, expresen poder desde los espacios vitales y se vuelvan eficaces a nivel de la macro política. Que la auto representación y el ejercicio del control colectivo de las decisiones, muy propias de la micro política, sin perderse, maduren en una fuerza política tal que permita intervenir mancomunadamente en la macro política, es decir, enfrentar al poder dual burgués en su propio terreno y al propio estado para disputar los destinos posibles para el país y su gente.
La convergencia de fuerzas diversas bajo formas organizativas nuevas es el desafió principal del período y es en sí mismo un tema táctico y programático. Y permítame insistir en que hoy día las formas organizativas también son contenido y exigen una respuesta inteligente para aprovechar las posibilidades históricas y concitar la voluntad de las fuerzas emergentes.
Santiago, Mayo 10 de 2013.
(*) Investigador de Plataforma Nexos, www.plataforma-nexos.cl. (Estas notas se dedican a Juan Pablo Jiménez Garrido, joven dirigente sindical muerto en extrañas circunstancias en su lugar de trabajo, el jueves 21 de febrero de 2013).
(**) Versión revisada y corregida por el entrevistado a partir de una transcripción facilitada por la revista el 25 de marzo de 2013.
¿De qué manera podríamos vincular la situación política con la situación económica y, en el caso concreto chileno, cómo podríamos aplicar esta relación que existe entre estos ámbitos de la estructura social?
En toda sociedad de clases existe una disputa de base referida a las condiciones de reproducción de las relaciones sociales que la fundan. La clase dominante se sirve de la dominada como medio para la reproducción del conjunto de relaciones sociales que la mantienen a ella como dominante y a la clase dominada como dominada. Desde un punto de vista económico, una de esas condiciones es la producción de un excedente, cuestión nada trivial para la clase dominante pues implica resolver el problema de los mecanismos de apropiación y control del trabajo para garantizar la generación de un producto necesario -necesario para la auto reproducción del fuerza de trabajo- y de un excedente destinado a la reproducción de si misma y de su lugar dominante. El conjunto de reglas y prácticas que la clase dominante impone para la generación del producto social necesario y excedente, son ya, evidentemente, un hecho de poder, un hecho político estructuralmente imbricado a la dimensión económica. Y no sólo el reparto del producto social sino principalmente el orden social pues el capital requiere reproducir el entramado de relaciones sociales que le permiten su soberanía sobre el trabajo ajeno. No se trata solo del reparto del producto sino también del reparto bajo dominio del capital, del tiempo de vida en tiempo de trabajo y de no trabajo. Este punto es crucial para comprender el vínculo entre economía y política. El marxismo y la teoría crítica se esfuerzan por mostrar esa relación indisoluble entre lo político y lo económico, de mostrar que la reproducción de las condiciones materiales de existencia del poder exige la reproducción de las relaciones sociales de dominación. Por ello, el capital no busca solo producir plusvalía sino además una fuerza de trabajo susceptible de ser dominada; una clase dominada que en el ciclo social-productivo se reproduzca así misma como clase dominada.
Esto no es pura retórica; su carácter real la mayoría de las veces irrumpe con descarnada violencia. En Chile, nos aprontamos a cumplir cuarenta años del golpe de Estado y de la contrarrevolución neoliberal. El golpe de Estado fue una reacción violenta de la burguesía y el imperialismo para evitar que el movimiento obrero y popular sobrepasara las instituciones y relaciones de poder que lo mantenían hasta entonces como clase dominada; la contrarrevolución neoliberal, por su parte, fue el proceso de transformaciones impulsadas para conjurar estructuralmente esa fuerza emancipadora y reponer el orden reproductivo del capital bajo una nueva forma. Las fuerzas republicanas, burguesas o reformistas, de seguro conmemorarán los 40 años evocando la ruptura democrática, y si acaso, lo “pendiente” para su “recuperación plena”. Pero será un recuerdo a medias. El putsh golpista y la violencia burguesa no agotan el carácter de la contrarrevolución pues ésta no se restringió a la sola ruptura política institucional. La perspectiva histórica nos permite constatar que el golpe significó mucho más que el derrocamiento del Gobierno de Allende y la supuesta restauración de la constitucionalidad vigente hasta 1973; la contrarrevolución se hizo contra esa inmensa fuerza emancipadora que el movimiento obrero y popular había acumulado hasta entonces, y por ello, adquirió un carácter refundacional del orden burgués. La solución y el “experimento chileno” pusieron de manifiesto una estrategia inédita frente la crisis del capital y una señal muy potente para América Latina y el mundo. En Chile el capital ensayó construir una forma tal de funcionamiento de la sociedad que, a pesar de su violencia fundante, que castigó cuerpos y consciencias, se naturalizara con el tiempo, es decir, que sus prácticas y valores individualistas y hedonistas, se fijaran como un sentido común propio de un nuevo orden reproductivo del capital. Chile muestra con crudeza el estrecho vínculo entre política y economía, y para peor, el éxito del proyecto refundacional de las clases dominantes. Son cuarenta años que muestran cómo la política y la economía se combinaron de manera traumática en su etapa fundacional, y luego, al paso de las transformaciones estructurales, cómo moldearon una forma de vida que ha naturalizado la dominación del capital. Por suerte han surgido fisuras que señalan los límites intrínsecos de la utopía neoliberal y que permiten abrir posibilidades a un proyecto emancipador que concilie una política y una economía liberadoras.
En su opinión, ¿podríamos hablar de que existe una crisis del modelo en este momento?
Es una pregunta compleja. Si con ello quiere decir que frente a las anomalías mostradas por el modelo y el mayor activismo social, se divisan fuerzas portadoras de proyectos contrapuestos a éste (modelo), sean de reformas o de ruptura, claramente diría que no; que no estamos en una situación de crisis. No distingo hasta hoy un sujeto político o un sujeto social politizado capaz de levantar un proyecto anticapitalista, ni siquiera genuinamente anti neoliberal. Todavía, desde esa perspectiva, es demasiado temprano para hablar de crisis.
Sin embargo la sensación de desorden social y político que observamos, sí puede interpretarse como síntoma de un modelo económico y social que a la vuelta de 40 años ha madurado. Podemos afirmar que todas las reformas estructurales –al mercado de trabajo, las pensiones, la salud, la educación, el sistema de TV, la gestión monetaria, la canasta productiva exportable, etc.– han dado ya sus frutos y ahora comienzan a desplegar sus contradicciones. Tanto es así que en las luchas recientes, sobre todo en el caso de los secundarios, más que resistencia a las transformaciones neoliberales lo que se visibiliza son fuerzas emergentes y multiformes, hijas de las reformas neoliberales ya maduras; lo mismo en las luchas de algunos segmentos del trabajo precarizado y fragmentado y en las explosiones comunales. Desde un punto de vista estructural, de la “fase”, más que una situación de crisis lo que advertimos es un proceso de maduración de un modelo al que le cuesta cada vez más sostener y reproducir las formas de producción, de funcionamiento del mercado del trabajo, de la subjetividad, etc., y que por ello, deja entrever sus contradicciones intrínsecas, es decir, tal y como emanan de sí mismo. Parafraseando al profesor Caputo, al neoliberalismo no lo criticamos porque no funciona sino precisamente porque funciona, y porque en este momento, al hacerlo, despliega toda su esencia: la desigualdad y la opresión encubiertas bajo la forma de “libertad de elegir”.
Por otra parte, a nivel de lo político, del “período político”, enfrentamos claramente un cambio iniciado en el gobierno de Bachelet y que se acelera a partir del de Piñera. Normalmente esta idea de período se refiere a la composición del bloque en el poder y la modalidad en que se expresa la correlación de fuerzas, y creo que en este instante, el cambio de período devela a este último respecto, una tendencia bastante nueva: la entrada en escena de una suerte de “poder dual burgués”. Esto es difícil de captar si no tenemos los lentes adecuados. La izquierda del siglo XX ha concebido la política como un campo de acción fundamentalmente restringido al Estado o definido por este. No hay política fuera del Estado o sin referencia a este por cuanto la política sólo se realiza en términos de las instituciones del Estado que definen el espacio de lo político. La izquierda tradicional -y hasta cierto punto también la izquierda revolucionaria- quedó atrapada por una concepción liberal burguesa y republicana de la política, una concepción que se aviene bien con una visión canónica del Estado definido como una estructura jurídico-política desde la cual se ejerce el dominio de clase. Todos aprendimos que la infraestructura daba origen a una superestructura -las relaciones jurídicas y políticas existentes- y que la expresión de esa amalgama de relaciones de propiedad era por antonomasia el Estado. Pero ¿qué pasa si lo jurídico se escinde de lo político y el poder político real se desplaza más allá del Estado? Así como en el campo de las relaciones capital-trabajo, las prácticas de subcontratación han separado las relaciones económicas de explotación de las relaciones jurídico-laborales, por cuanto quién explota no es quién contrata y quién contrata no es quién explota, del mismo modo el Estado cada vez más parece un cascarón jurídico que, si bien mantiene la potestad de la ley, se muestra estéril respecto de la disposición real de los recursos institucionales y materiales vitales para el destino del país. En efecto, la posesión, el dominio pleno – y no la propiedad jurídica formal- sobre los recursos naturales, sobre la fuerza de trabajo, sobre el contenido de la política económica, de las inversiones, el crédito, los precios fundamentales, etc., cada vez le es más ajena al Estado y se traslada a la esfera privada o pública no estatal bajo control del capital. El poder efectivo reside cada vez menos en el parlamento o el ejecutivo que en los edificios corporativos de los grupos económicos y sus think tanks. Para usar una figura propuesta por Allamand, se trata de poderes fácticos, no “formalmente” políticos, pero que por efecto de una fuerte centralización de capital facilitado por un ciclo largo de acumulación, no pueden sino expresarse como poder político. Unas cuantas familias y corporaciones han cruzado el umbral crítico de acumulación y controlan masas gigantescas de recursos que las colocan en una condición inédita como poder previo, ex ante, a las decisiones formalizadas en el parlamento y el gobierno; un poder real, determinante, que se ubica y opera por fuera del Estado. ¿Y qué es eso sino poder económico que se expresa directamente como poder político, sin mediaciones jurídico-institucionales de ningún tipo? Si, las instituciones de la República funcionan, pero dada la escala de la acumulación, se han vuelto pigmeas y funcionan como simples protocolizadoras de las decisiones del capital. Este es el síntoma más claro de la existencia del “poder dual burgués”.
En mi opinión esta tendencia es una manifestación de las contradicciones propias de la maduración de contrarrevolución neoliberal chilena y resulta crucial tenerla en cuenta para el decurso del nuevo periodo. Sabemos que todo poder dual es inestable y no puede sostenerse indefinidamente; los sectores dominantes más inteligentes están conscientes de ello y debaten como resolver con prontitud este problema.
¿Qué salidas posible se avizoran desde el punto de vista de la burguesía ante esta encrucijada en que ven un estado con un menor poder, más que nada transformado en un cascarón como se ha señalado? ¿Qué alternativas posibles se avizoran?
Si consideramos que este singular “poder dual burgués” es dual respecto del Estado, entonces es necesario interrogarse por el carácter de este Estado y dar paso a preguntas más específicas que afinen el análisis. Por ejemplo: ¿Cuál es el rol que el capital asigna y asignará al Estado y al sistema político en condiciones de una contrarrevolución madura? ¿Seguirán las clases dominantes apostando a la privatización de la vida social o intentarán una nueva alianza para reponer el sistema político y el Estado como lugar de resolución de las contradicciones inter burguesas (parlamento clásico) y de procesamiento y negociación de las demandas de las fuerzas que reclaman el viejo “estado protector”? Naturalmente el Estado podría seguir funcionando como simple cascarón jurídico, convirtiendo en ley y política gubernamental decisiones convenientes al capital tomadas desde fuera del sistema político, y lo puede hacer porque aún mantiene el monopolio de la fuerza legítima. Pero ello implica exacerbar su carácter coercitivo y represor, y con mayor razón si el malestar social se masifica y manifiesta por fuera del sistema político. ¿Qué duda cabe que esto ocurre desde hace un tiempo? Paulman con su torre y estacionamientos, Matte con Hidroaysén, etc., y en contraportada, la militarización de las zonas mapuche y los procedimientos cada vez más violentos contra las organizaciones sociales y los actos públicos, lo confirman a cada rato. En un caso, el poder económico manifestado sin intermediación como poder político instruyendo al poder estatal administrativo, y en otro, el carácter cada vez más policial que asume un Estado recargado de acciones y recursos coercitivos.
Esta tendencia está correlacionada con la falta de sintonía entre la “derecha económica” y la “derecha política”. Para la primera, la mejor opción para la administración del modelo fue la Concertación, tanto porque ésta conjuró el impulso rupturista aún presente en el movimiento anti dictatorial a fines de los años ochenta, como porque, siendo co-autora de la transición pactada, otorgó la legitimidad necesaria al régimen político y al modelo económico-social de la Dictadura. La derecha política, en cambio, enredada en qué hacer con la herencia política pinochetista, tempranamente se trenzó en luchas intestinas cuyo resultado fue la ruptura entre el gremialismo y la derecha tradicional hasta su separación en dos partidos: RN y la UDI. Esta derecha política no logró nunca, incluso hoy con el gobierno de Piñera, una estatura política que le permitiera presentarse como “intelectual orgánico estadista” y proyectar así el modelo neoliberal más allá de la transición; en tiempos de la Concertación actuó como gendarme y hoy resiste, a la defensiva, sin iniciativa, sin saber que hacer frente a las arrugas de un modelo maduro. Y esto justo cuando aparece el malestar social “desde abajo” y parece llegar otra vez la “hora de la política”. En el nuevo período, la derecha económica, que gobierna desde fuera y directamente, circunstancialmente carece de los medios y de una institucionalidad, salvo el mercado, que le permita conectarse a esos malestares, anticiparlos, procesarlos y disiparlos. La propia sorpresa empresarial respecto del ciclo de movilizaciones sociales desatado el 2010, refleja muy bien la esterilidad del Estado y del sistema político, incluyendo los partidos de derecha y de la Concertación, para administrar conflictos. No es extraño entonces se apele con más frecuencia e intensidad a las funciones policiacas del Estado.
La emergencia de la “cuestión social” cambió el panorama y mostró la incompletitud de la utopía neoliberal del “orden de mercado”. La institución mercado se revela insuficiente para procesar todos los conflictos y transformarlos en meras contiendas entre partes privadas; el dispositivo de regateo entre privados (mercado), incluyendo el dispositivo judicial para resolver en los tribunales las contiendas relativas a obligaciones consignadas en los contratos, no alcanza tampoco para contener y mantener los conflictos en la esfera civil, sobre todo cuando una de las contrapartes salta de lo individual a lo colectivo. La primera clarinada de la hora de la política fue la irrupción de “los de abajo” y “los del medio” frente a la repetida prepotencia y a las sucesivas estafas de “los de arriba”; y en este instante, cuando el “orden de mercado” se desborda, los dispositivos alternativos de gestión de conflictos parecen desacreditados o no bien aceitados, salvo la violencia del Estado. Esta “anomalía”, la emergencia de la cuestión social, que triza la utopía neoliberal, ya se manifestaba en el último gobierno de la Concertación pero se exacerbó en el de Piñera y seguirá exacerbándose. Por ello, para el capital y los sectores más talentosos de la derecha política, el problema real y sus salidas son más complejos que una mera recomposición de la unidad de la Alianza (Renovación Nacional y la UDI) o de la propia Concertación. Más bien los esfuerzos parecen orientarse a constituir una fuerza política transversal, capaz de sostener los consensos básicos respecto de los fundamentos del modelo en circunstancias en que el dispositivo de mercado es insuficiente y el Estado y el sistema político se vuelven deficitarios como articuladores del orden. Les urge definir un nuevo horizonte para el modelo económico-social, y a partir de este, un horizonte para el régimen político. Esta es la tarea de fondo para las clases dominantes y hay que estar atentos a la táctica que adopten para enfrentarla.
Dentro de algunos sectores de la izquierda, o inclusive de la concertación, se ha planteado como una salida a este momento la convocatoria a una asamblea constituyente, ¿Qué opinión le merece a usted esta alternativa?
Una asamblea constituyente supone poder constituyente, sujetos constituyentes, fuerzas constituyentes. Y sabemos que si hoy o en el futuro inmediato se abriera la posibilidad de una asamblea, lo cual me parece ya improbable, el estado de debilidad del movimiento trabajadores y popular sería el marco propicio para legitimar un ordenamiento cuyas bases políticas, siendo optimistas, a lo más abrirían la puerta a un modelo cercano al que proclama el neo-estructuralismo de CEPAL: un capitalismo “mas inclusivo”, que promete reducir las brechas de desigualdad con políticas redistributivas y una intervención estatal moderada pero que mantiene las reglas fundamentales del mercado y del capital. Dificulto que en las condiciones actuales una asamblea constituyente, más allá de las encendidas y épicas alocuciones a los “ciudadanos” constituyentes, permita avanzar en reformas que trasladen siquiera en parte la soberanía a los productores y sectores populares. Pero aún así, si se definiera para el período este objetivo, una mínima seriedad política implicaría plantearse la tarea de construir una correlación de fuerzas adecuada para impulsar los objetivos más permanentes y emancipatorios. Desde ese punto de vista nuestra urgencia no es la asamblea constituyente sino construir una fuerza constituyente, de trabajadores y popular, capaz de unificar organizativa y programáticamente las voluntades en torno a un proyecto con horizonte emancipador. Y esto plantea inmediatamente la necesidad de impulsar un proceso de convergencia y el diseño de una táctica para el período cuyo centro sea la construcción de fuerza social y programática en esa perspectiva que, como lo he sugerido en otras ocasiones, contrasta con la idea de construirla en función de “incluirse” en la institucionalidad estatal, por ejemplo, como fuerza electoral. En particular la pretensión de ocupar espacios estatales en razón de que el Estado es un espacio en disputa, parecería razonable solo si el poder político residiera en el estado como lo declara el derecho constitucional burgués o como ocurrió en los períodos de estabilidad durante el siglo pasado. Pero si hoy, como afirma Mészáros, la verdadera y principal fuerza extra parlamentaria es la propia burguesía en virtud de que requiere cada vez menos de la intermediación parlamentaria para gobernar, entonces una táctica de “inclusión” en el Estado, en particular del parlamento y el gobierno, choca contra su nuevo carácter y promete más costos que beneficios. La escisión entre lo político y lo jurídico tiende a transformar al Estado en un cascarón jurídico, amén de todas las demás restricciones que éste impone a las fuerzas incluidas bajo clausulas de subordinación.
La fuerza constituyente tiene que disputar el poder político y no un lugar administrativo. Si el poder real se ejerce desde el seno de propia sociedad civil-empresarial y no desde las instituciones administrativo-estatales, la fuerza constituyente inevitablemente deberá enfrentarse a la patronal directamente en su propio terreno civil no estatal que, por lo demás, el mismo capital ha politizado. En muchos momentos a través de la historia el movimiento de trabajadores y popular, cuando ha enarbolado plataformas de lucha por los derechos generales superando la demanda salarial parcial o cuando ha asumido la lucha por modelos desarrollo ajustados a las necesidades populares, ha logrado desplazar la política de lo estatal-institucional a la esfera social, politizándola desde el campo popular. Por decirlo de algún modo, son momentos en que se enfrentan la sociedad civil-empresarial con la sociedad civil-trabajadora y popular. Por cierto esto no significa subestimar al Estado, sobre todo por cuanto éste retiene el monopolio de la fuerza legítima, pero en las condiciones del capitalismo actual la lucha no se concretará a través del Estado o desde el Estado. No; el Estado aparecerá como actor durante el proceso como aparato represivo, y después, cuando resuelto el conflicto aunque sea transitoriamente, como simple “escriba” de lo que el capital ha debido conceder o logrado imponer. ¿Qué mejor ejemplo la reciente lucha de los portuarios cuyo verdadero triunfo, como lo han intuido sus dirigentes más talentosos, fue obligar al conjunto del capital – no solo a las empresas de estiba- a negociar por fuera de la institucionalidad estatal, recolocando a esta última como mera instancia que, representada por Matthei y Chadwick, protocolizó lo que el capital fue obligado a ceder? No tenía sentido presionar al Estado para desde allí presionar al capital simplemente porque el Estado no era el empleador. Pero el enfrentamiento directo con el capital, en la medida en que se masificó y permitió constituir una fuerza crítica, politizo lo social y obligó al gobierno a concurrir a ese espacio y con ello sancionar con su presencia el carácter político que asumió en ese momento la “sociedad civil”. Ya los estudiantes en el 2010 habían mostrado el camino y unos años antes los mismos portuarios de la VIII región. El Estado, cuando las fuerzas sociales emergen como sujetos políticos y sobre todo cuando logran constituirse en fuerzas políticas críticas, es obligado a aparecer no sólo como represor sino también como actor de facto del desplazamiento de lo político a lo social.
En este mismo punto, sectores representativos de la izquierda también han planteado como propuestas para paliar un poco la desigualdad social y la desigualdad económica, la estatización de determinados sectores productivos, recursos naturales, pensiones, salud. ¿Qué opina de esto? ¿Sería conveniente, considerando el actual estado de las cosas, plantear este tipo de medidas?
Más allá de lo inmediato, en el plano de un proyecto emancipador, vale la pena tener en cuenta que no estamos construyendo una alternativa en los años ochenta del siglo pasado sino ahora, casi un cuarto de siglo después de la caída del muro y el socialismo. Debemos hacernos cargo en nuestras definiciones políticas de la evolución y el rumbo que tomaron los proyectos revolucionarios edificados en nombre del socialismo. No es posible seguir afirmando que la solución a los vicios del mercado es el Estado; eso lo sabemos porque los socialismos reales fueron sociedades estatalistas: “socializaron” los medios de producción traspasándolos al Estado pero terminaron construyendo un poder estatal que sustituyó al poder popular y una tecno-burocracia que negó a los productores; ni que decir de la extinción del Estado y de las clases como preveía el programa socialista. No por qué el neoliberalismo inclinó la balanza al mercado debemos hacer nuestra la encrucijada “Mercado o Estado” que declama el discurso tradicional; es la izquierda reformista la que por su concepción liberal de la política está entrapada en la dicotomía mercado-estado. Demandar o argumentar que el estado debe hacerse cargo de la educación, del transporte, de la gestión de la producción o del orden interior, en nuestro caso, es no dar cuenta de la historia de construcción socialista. Nuestra elección no es entre mercado o estado; sino por el poder popular como históricamente lo han proclamado las corrientes libertarias, socialistas, comunitaristas y marxistas. Desde este punto de vista, es muy esclarecedora la política la ACES que demanda educación gratuita, de calidad y pública pero que a la vez exige “control comunitario”. Como es obvio, alguna entidad tiene que asumir la titularidad de la propiedad de la infraestructura educativa, en este caso, el Estado, pero el control comunitario da paso a instancias organizativas en que profesores y trabajadores no docentes, padres y apoderados, estudiantes y la comunidad local, puedan ejercer y controlar la gestión y definir los contenidos educativos locales en coherencia con los intereses más generales del país. El Estado podrá tener el título jurídico de propiedad, pero la gestión y el derecho de uso - la posesión- residirá y deberá ser ejercida por órganos populares directos e indirectos de poder.
Es crucial entender que la propiedad estatal por sí misma no garantiza la participación ni socializa el poder; y puede operar, tal y como ha ocurrido usualmente, como simple dispositivo monopólico bajo control de los sectores dominantes. Por decir algo, el cobre podrá ser del Estado y sin embargo eso no significa un reparto equitativo de sus frutos ni menos que las alternativas de su uso y el destino de los ingresos –tratándose de un recurso tan central para el país- sean objeto de debate público. Lo mismo con el resto de los recursos de propiedad estatal, con las políticas económicas, con las instituciones gubernamentales, etc., que trazan la ruta de la economía y la vida nacional pero que a los trabajadores y sectores populares le resultan totalmente ajenas. No olvidemos que en el anterior modelo desarrollista el mismo cobre, el transporte, los puertos, gran parte de la educación y la salud, etc., pertenecían “a todos los chilenos” o eran controlados por el estado, pero de igual modo la acumulación se fundaba en la explotación, se generaba desigualdad, pobreza, subdesarrollo, dependencia y represión. No en vano el movimiento obrero y popular luchó por superarlo. El capitalismo puede operar bajo diferentes patrones de acumulación: unas veces con mas estado otras con mas mercado. El carácter e intensidad de la lucha entre las clases dominantes y los trabajadores y sectores populares, determina significativamente la modalidad que asuma la acumulación capitalista. Nosotros apuntamos a la emancipación y ello significa controlar nuestras vidas y necesidades. El estado podrá representarnos “a todos” pero si no tenemos el control del Estado, aún en el supuesto caso que derrotáramos a la patronal, la burocracia y los expertos constituidos como clase se harán cargo. Por cierto estamos lejos de esa posibilidad pero si se construye y educa desde ya al movimiento de trabajadores y popular con la idea que necesitamos una suerte de neo estatalismo y no una construcción de fuerza y poder propios, de seguro allanaremos el camino para que tales expertos y burócratas, en nombre del pueblo pero pagados por el capital, administren el poder y la vida colectivas. No podemos, como el sindicalismo clásico, reducir las luchas sociales a una demanda estrictamente redistributiva y solo por más salarios, puesto que si logramos ganar esas demandas, el capital nos seguirá vendiendo más alimentación basura, más educación basura, más salud basura, más entretención basura, etc., minando las bases ambientales y sociales de la vida colectiva. No tiene sentido salarios más altos para seguir comprando basura y horadando la sustentabilidad social y natural; lo que se requiere es poder para decidir colectivamente qué se produce, para quién se produce y cómo se produce. Contra el estatalismo, poder popular; contra el mercado y sus instituciones, formas de organización locales, sectoriales, mixtas y participativas para definir el modo de vida.
Para finalizar la entrevista, hemos estado hablando de la construcción de un sujeto, de la construcción de una fuerza popular, obrera, social importante. Dentro de ese punto usted mencionó que era importante la generación de un programa político ¿qué puntos o qué temas debería abordar un programa de esta fuerza política o fuerzas sociales o de trabajadores?
No podría responder en detalle; tal vez un listado de medidas… pero me parece que ello nos desvía de los temas que he tratando de precisar aquí: las orientaciones de las demandas más que las demandas mismas que, por lo demás, ya las propias organizaciones sociales las han ido definiendo y enunciando en sus plataformas sectoriales….
A lo mejor, podríamos ir a algo más genérico: ¿Qué es necesario para diseñar ese programa o qué preguntas deben plantearse, qué desafíos, qué asunto es fundamental para que esa fuerza tenga la capacidad para oponerse al capital?
Partamos diciendo que la izquierda estaba acostumbrada a definir el carácter de los movimientos y sus luchas en función del contenido de su programa y/o de su composición de clases. Si el programa contemplaba cambios como una reforma agraria, nacionalización de recursos naturales, propiedad estatal de los medios de producción, etc., era un programa socialista. Si no consideraba tales medidas o parte de ellas, entonces era un programa burgués, nacional-populista o solo antiimperialista. De igual forma, la composición de clase del movimiento - campesinos, obreros industriales, mineros, sectores medios o pequeña burguesía propietaria, etc.- definía su carácter. No obstante, en las circunstancias actúales, pasada ya mucha agua bajo el puente, ni lo programático ni la composición de clase son suficientes para caracterizar el movimiento, pues la forma en que las fuerzas deciden los contenidos programáticos y ejercen el poder, son elementos críticos. Como ya he apuntado en otra parte, entre dos fuerzas de igual composición y programa, desde el punto de vista de un proyecto emancipador, lo que permite discriminar entre ambas es si sus formas organizativas y sus prácticas realizan y potencian las capacidades y el poder populares. No cualquier tipo de organización y de prácticas son coherentes con un proyecto emancipador por más proletaria que sea la composición de la fuerza que lo levanta o por más revolucionario que rime el discurso que lo argumenta. Cuando afirmamos que las luchas y las demandas deben orientarse hacia el núcleo de decisiones sobre qué se produce, para quién se produce y cómo se produce, estamos diciendo que queremos soberanía para definir modos de coordinación que permitan decidir el tipo de objetos materiales e inmateriales a producir (“qué”); modos de distribución y reparto (“para quién”) sobre la base de criterios de equidad y modos de trabajo y producción (“cómo”) sustentables ecológica y socialmente. Todo lo anterior supone un entramado de relaciones de convivencia que permita deliberar, consensuar y unificar voluntades para asumir el control de la vida social a partir de la decisión sobre las necesidades colectivas, superando así la imposición de necesidades sea por el mercado o por el plan. Ya decíamos que el “socialismo histórico“ buscó resolver el problema burocráticamente en que jefes y expertos definían las necesidades y los tipos y cantidades de bienes y servicios a producir, los que luego, sobre la base de ciertos criterios técnicos y de reparto, definían hacia abajo la asignación de los recursos materiales, el trabajo y la producción. El capitalismo, por su parte, bajo la ideología de la “libertad de elegir”, encubre el hecho que las necesidades, la asignación de recursos, el trabajo y el reparto de la producción, se subordinan al imperativo del capital. Si el estatalismo condujo a una dictadura de las necesidades, también el capitalismo actual nos lleva al mismo punto: su pulsión por las ganancias lo impulsa a acrecentar y crear necesidades para mantenernos en una situación de escasez permanente y así vendernos objetos materiales o inmateriales ad-hoc que se supone nos satisfacen. El capital produce lo que renta y lo que renta se nos muestra como "lo que necesitamos". Mientras subsista la creencia de que las necesidades genuinas son las del mundo actual, las impuestas por el capital, las luchas sociales seguirán limitadas a demandas por un mejor reparto y/o aumento de la cantidad de las mismas mercancías que ahora se producen, postergando con ello la verdadera emancipación y agudizándose la destrucción de las bases naturales de la propia existencia humana. Hay que recuperar la soberanía sobre las necesidades y ello implica imaginar formas organizativas que hagan posible tal ejercicio soberano. Esta es la primera y fundamental orientación programática.
Una segunda orientación, contracara de la anterior, es la recuperación del control sobre el uso del tiempo vital, es decir, sobre el uso del tiempo de vida para decidir cuánto tiempo de trabajo y cuánto tiempo de no trabajo. Y esto que puede parecer extraño en circunstancias que una demanda histórica del sindicalismo clásico ha sido el empleo, no tiene nada de esotérico y menos para la patronal. ¿Qué duda cabe que no lo es cuando la Asociación de AFP propone aumentar la edad de retiro para evitar la bancarrota del sistema privado de pensiones, o en la misma Europa extienden los años de trabajo como una de las tantas medidas para resolver la crisis? Este segundo punto, la soberanía sobre el tiempo de vida, sobre el tiempo de trabajo y de no trabajo, está directamente imbricado con la recuperación de la soberanía sobre las necesidades pues el trabajo y las capacidades colectivas, su uso y aprovechamiento, deberían decidirse social y democráticamente. Por algo somos los trabajadores los que producimos la riqueza y resulta irracional que nuestro tiempo de vida lo distribuya el capital de acuerdo a sus propias necesidades.
Y para terminar, creo que las potencialidades abiertas en esta fase de maduración del patrón de acumulación y en medio del nuevo período político, permiten avanzar en la construcción de nuevas fuerzas sociales y programáticas que se desmarquen de la visión estatalista de la izquierda tradicional y del sindicalismo clásico. La izquierda "tradicional reformista", controlada por una dirección obsecuente, ya siquiera se sonroja al aliarse con los sectores dominantes mientras la izquierda “tradicional-revolucionaria” sin comprender profundamente el capitalismo actual sigue rebotando desorientada. Y el sindicalismo gremialista y estatalista, por su parte, es y será superado con mayor frecuencia por segmentos emergentes de trabajadores auto representados que apelarán a fuerzas propias y luchas de facto por sobre la componenda, la burocracia y el legalismo. No afirmo que estemos asistiendo al entierro de las izquierdas tradicionales y del sindicalismo clásico, pero se ha abierto un campo de acumulación social y política antes copado por esas fuerzas y que hace décadas no veíamos; este campo puede ser un escenario favorable para la construcción de nuevos sujetos colectivos con decidido carácter rupturista. El problema del período actual es definir, inventando o memorando experiencias, instancias convocantes y formas organizativas que permitan mancomunar razones, voluntades y subjetividades de los aún delgados pero visibles segmentos de trabajadores, sectores populares y demás fuerzas sociales que aspiran cambiar el modo de vida actual. Para esto se requiere abrir espacios de organización genuinamente participativos que politicen lo social más que socializar lo político; hay que desplazar lo político desde las instituciones formales de dominación a los espacios vitales, no tiene sentido intentar “socializar” instituciones ya desprestigiadas hasta decir basta y que fueron concebidas y funcionan como mecanismos del poder de la patronal. Nuestro problema real y el que abre futuro, es el que plantea construir formas colectivas que asuman la política, ejerzan soberanía, expresen poder desde los espacios vitales y se vuelvan eficaces a nivel de la macro política. Que la auto representación y el ejercicio del control colectivo de las decisiones, muy propias de la micro política, sin perderse, maduren en una fuerza política tal que permita intervenir mancomunadamente en la macro política, es decir, enfrentar al poder dual burgués en su propio terreno y al propio estado para disputar los destinos posibles para el país y su gente.
La convergencia de fuerzas diversas bajo formas organizativas nuevas es el desafió principal del período y es en sí mismo un tema táctico y programático. Y permítame insistir en que hoy día las formas organizativas también son contenido y exigen una respuesta inteligente para aprovechar las posibilidades históricas y concitar la voluntad de las fuerzas emergentes.
Santiago, Mayo 10 de 2013.
(*) Investigador de Plataforma Nexos, www.plataforma-nexos.cl. (Estas notas se dedican a Juan Pablo Jiménez Garrido, joven dirigente sindical muerto en extrañas circunstancias en su lugar de trabajo, el jueves 21 de febrero de 2013).
(**) Versión revisada y corregida por el entrevistado a partir de una transcripción facilitada por la revista el 25 de marzo de 2013.
martes, 28 de mayo de 2013
Frente a los triunfos del Sindicato de trabajadores de Abarrotes San Carlos y la Federación Nacional de Trabajadores de Supermercados, los Trabajadores y Trabajadoras Organizados de Ñuble señalan:
Un afectuoso saludo a los compañeros del Sindicato de trabajadores de Abarrotes San Carlos, quienes demostraron que con organización y lucha, luego de casi 100 días de negociación colectiva, en los cuales 20 días fueron de Huelga, lograron los objetivos trazados en su negociación colectiva. La unidad y audacia demostrada por este sindicato, sin duda, servirán de ejemplo a los trabajadores chillanejos.
De igual manera saludamos a la Federación Nacional de Trabajadores de Supermercados, quienes en su primera negociación con Cencosud, en la cual participaron sindicatos de Santa Isabel Chillán, Concepción, Los Ángeles, Puerto Varas, entre otras ciudades, lograron negociar con este gigante del Retail unidos, dando un primer paso en la superación de la dispersión de la organización de los trabajadores.
Como Trabajadores Organizados de Ñuble, dejamos en claro nuevamente, que solo la Organización, solidaridad y lucha de los trabajadores/as permitirá conquistar lo que muchas veces los patrones y las leyes nos niegan.
Por ahora, solo nos queda seguir fortaleciendo las organizaciones clasistas de trabajadores y trabajadoras.
¡A Forjar la Unidad de quienes viven de su trabajo!
¡Solo el Pueblo defiende al Pueblo!
Trabajadores de la ciudad y el campo, pobladores, estudiantes... ¡Uníos!
¡Solo el Pueblo defiende al Pueblo!
Trabajadores de la ciudad y el campo, pobladores, estudiantes... ¡Uníos!
sábado, 25 de mayo de 2013
¿Por qué el trabajo?
Por Álvaro Domínguez Montoya.
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de Concepción. Director Escuela Sindical UdeC.
Licenciado en Ciencias Jurídicas y Sociales. Universidad de Concepción. Director Escuela Sindical UdeC.
“— ¿Por qué no te buscas un trabajo decente?
— No hay ningún trabajo decente. Si un escritor abandona la creación, está muerto.
— ¡Oh, vamos, Carl! Hay millones de personas en el mundo que no trabajan en la creación. ¿Quieres decir que están muertas?
— Sí.”
No puedes escribir una historia de amor.Charles Bukowski
Seamos honestos, son tiempos violentos. Ya no cabe duda que el discurso neoliberal con su propuesta cultural de modelo de sociedad se hace desde, por y para el trabajo, su rol y centralidad –o más bien no centralidad-, pero a diferencia de lo que se cree, lo hace desde una propuesta ambigua y mistificadora. La pirotecnia del emprendimiento, democracia liberal y ciudadanía -y porque no decirlo, de los “rutilantes” derechos fundamentales- nos sumerge en la ficción, haciéndonos creer protagonistas de una película preconstituida desde la ideología con su discurso distorsionador de la realidad. Ya no hay una contradicción entre el capital y el trabajo, no existe una sociedad dividida en clases y nos propone consecuencialmente la idea, por cierto de moda, del fin del trabajo[1], asumiendo desde ya que tal representa la totalidad de los males, por lo que el acto de realización y emancipación, y por tanto transformador de la realidad, están en la ciudadanía y en la democracia -con apellido liberal y a veces hermoseada con la palabra deliberativa-. Parafraseando a Sartre, caímos en la trampa para idiotas.
La pregunta central en este contexto es si se puede atribuir al trabajo una naturaleza autotélica, esto es si tiene el trabajo en sí su propio fin, y a su vez, la centralidad o no centralidad del mismo como fenómeno social y cultural. En otros términos la pregunta es hasta qué punto el trabajo constituye una instancia básica que influye decisivamente en la estructura de las instituciones sociales y la vida de los individuos. Hasta que punto el trabajo se define como un espacio de realización y se potencia en perspectiva emancipadora y transformadora de la realidad.
Lo anterior no es baladí, ya que cada vez es más recurrente – y por lo mismo se pretende su invalidación como categoría en el mismo grado de recurrencia- identificar de manera más visible el universo de violencia que entrañan las relaciones de trabajo y el modelo de sociedad de dominación que reproducen. Es innegable, en clave foucaultiana, el poder poliforme y polivalente que fluye en la fabrica (hoy empresa) como espacio de interacción entre el capital y el trabajo donde un poder económico ofrece un salario a cambio de un tiempo de trabajo en un aparato de producción que pertenece al propietario de los medios de producción, que define como trabajar, en que trabajar, donde trabajar –y aún más trágico- quien se lleva al final del día el fruto del trabajo. En fin de cuentas, la agonía que expresa el trabajo asalariado como forma enajenante de dominación. Por lo mismo negar el trabajo y su centralidad es negar a su vez el espacio dominación que en este se da.
Si bien el discurso parece contradictorio, debemos entronizar en la división de trabajo libre y enajenado, para luego entender que el espacio de deliberación y realización se encuentra en el mismo, cuestión que se olvida en cualquier análisis teórico -particularmente posmoderno- a efectos de negar la contradicción que del emana y que olvida otros elementos que confluyen en tal forma de praxis, como aspectos cognitivos instrumentales, esto es una búsqueda constante de un fin, sea producción o creación de valores de uso; aspectos prácticos-morales con alcance social-moral, como construcción y medio de solidaridad social, como así creador de vínculos incardinados en un sentido comunicativo; y aspectos ético-expresivos, abarcando la autoexpresión y autorrealización personal como sujeto individual y colectivo.
En la medida que la propiedad, la división del trabajo y sus productos se cosifican y mercantilizan, el trabajo como tal pierde su carácter autorealizador, asumiendo una existencia separada del hombre, ajena de sí. Luego, diría Marx, el objeto producido por el trabajo, su producto, se opone ahora a su creador como un ser ajeno, como un poder independiente, por lo que la realización del trabajo aparece en la esfera de la economía política como una invalidación del trabajador, la objetivación como una pérdida y como servidumbre al objeto y la apropiación como enajenación.
El trabajo enajenado, en estos términos, deja de ser de la naturaleza del trabajador. Clásica es la cita de Marx que nos dice que el hombre “en consecuencia no se realiza en su trabajo sino que se niega, experimenta una sensación de malestar más que de bienestar, no desarrolla libremente sus energías mentales y físicas sino que se encuentra físicamente exhausto y mentalmente abatido”, por lo mismo, “de ahí que el obrero se sienta en su casa fuera del trabajo y en el trabajo fuera de sí. Está en casa cuando no trabaja, y cuando trabaja no está en casa. Su trabajo, por lo tanto, no es voluntario, sino obligado, trabajo forzado. No es, por lo tanto, la satisfacción de una necesidad, sino sólo un medio para satisfacer necesidades fuera de éste. Su carácter ajeno lo pone de relieve el hecho de que, tan pronto deja de existir alguna coacción física o de cualquier otro tipo, se huye del trabajo como de la peste”. El trabajo se convierte en una necesidad impuesta al hombre desde fuera, para satisfacer necesidades externas y fictas, el trabajo se vuelve, “parcelario y dividido, destructor de su libertad. Y entonces la vida no comienza más que con el fin del trabajo, es decir con el ocio o el descanso”.[2]
En estos términos un concepto reducido sólo enfoca el trabajo en aspectos productivistas, como acción instrumental, deber social o disciplina coercitiva. Por lo mismo se contrapone a la forma de trabajo capitalista, el trabajo libre y autodeterminado que expresa la relación directa y activa del hombre con su entorno, con la naturaleza, siendo expresión de las facultades con la que se desarrolla su ejecutor como individuo y especie, abriéndose espacio para la expresividad de la esencia humana en la que la racionalidad se determina por la autocreación de lo humano en el trabajo. El trabajo humano no es otra cosa que la reproducción del hombre en la realidad donde plasma su fin en la medida que la definición del mismo sea un acto de voluntad exenta de fuerzas externas.
El trabajo libre es fundamental en los procesos de autorrealización en la medida que el esfuerzo y dolor son actos de superación que se conjeturan en la autodeterminación del potencial humano y sus capacidades sociales, suponiendo una actividad y esfuerzo libre en la conducción del mismo, mediante la elección consciente de actividades para desarrollarse, reproducirse y desenvolverse como ser social. En esta línea, podemos edificar sobre la base del trabajo emancipado o libre la construcción de modelos económicos y sociales con proyección de mayor cohesión, unidas por la búsqueda común de mejores condiciones de vida y existencia, tanto para el sujeto individual como colectivo, mediante apoyo y servicios recíprocos, siendo valores centrales la autonomía y solidaridad que se entrelazan y completan.
La producción no se plantea entonces como un fin en sí misma, sino lo contrario, sus términos son prioritarios para desarrollo humano, de tal modo que el hombre domine la producción y no lo contrario: la acumulación del goce y no el goce de la acumulación, la riqueza no como consumo o acumulación, sino como tiempo libre y autorrealización. Esto nos permite visualizar un concepto de trabajo que reintegra y emancipa, solo concebible en el centro de una sociedad y, consecuencialmente, en una economía de trabajo emancipado.
Por lo mismo, debemos asumir que hoy la forma de trabajo y por lo tanto la realización que en él se expresa es enajenante, pero tal no nos permite negar su centralidad, sino lo contrario, en los tiempos de cólera la transformación de la realidad debe darse asumiendo el espacio de contradicción que representan las relaciones sociales y como el trabajo, ya no en los términos esclavistas, permite constituirse como un acto de realización, develando el conflicto social que de él emana y por sobre todo, observar las relaciones de trabajos y las categorías jurídicas bajo la óptica de las distintas formas de ocultamiento de contradicciones como efectos de la ideología, teniendo especial consideración con la negación de las contradicciones, la mala comprensión de las contradicciones y su disolución. De aquí arranca la primera columna en este medio digital, centrada en el trabajo y, en adelante, las implicancias del mismo en esta sociedad visceralmente desigual.
[1] Sobre las teorizaciones postmodernas que defienden las tesis del fin del trabajo, en cuanto pérdida de su centralidad en la vida cotidiana, recomendamos Cfr. Gorz, André, Miserias del presente, riqueza de lo posible, Editorial Piados, Buenos Aires, 1998; Castel, Robert, La metamorfosis de la cuestión social, Editorial Paidós, Buenos Aires, 1997; Offe, Claus, La sociedad del trabajo. Problemas estructurales y perspectivas del futuro, Editorial Alianza Universidad. España, 1992; Habermas, Jürgen, Teoría de la acción comunicativa vol. I, Editorial Taurus, Madrid, 1987; El discurso filosófico de la modernidad, Editorial Taurus, Madrid, 1989.
[2] Camerlynk, G.H.; Lyon- Caen, G., Derecho del Trabajo, Ed. Aguilar, España, 1974, p. 3.
viernes, 24 de mayo de 2013
jueves, 23 de mayo de 2013
Bulnes sin Termoeléctricas: ¿Por qué tenemos que sacrificar comunidades y destruir medioambientes en pos de este supuesto desarrollo?
Extraido de resumen.cl
Jueves, 23 de Mayo de 201
Desde este año, la población de Lirquén y Bulnes ha comenzado a organizarse y plantear su oposición a la instalación de una termoeléctrica en Bulnes. La termoeléctrica funcionará en base a gas que será transportado en estado licuado desde Texas, Estados Unidos hasta un puerto flotante frente a la playa La Cata en Lirquén, y desde dónde será canalizado por cañerías hasta Bulnes.
La empresa a cargo, Australis Power, ya bautizó este proyecto como Octopus y en su cronograma planifica el inicio de las operaciones el 2017. Sus argumentos son la vociferada necesidad energética del país y también que, al ser el gas su combustible, no contaminará con la intensidad de las centrales termoeléctricas a carbón.
Resumen entrevistó a José Jara, miembro de la Agrupación Bulnes Sin Termoeléctricas y representante de los agricultores de la comuna, explicando el impacto que tendrá el proyecto y la posición de los vecinos.
- ¿Desde cuando y cómo se enteraron del proyecto de instalación de la central termoeléctrica Octopus?
En noviembre del 2012 nos enteramos que la parcela de 55 hectáreas de la Familia Pérez se había vendido. Lo más insólito era el valor: el triple de la cantidad en que se estaba vendiendo. La otra curiosidad era lo que comentaban los vecinos y los propios vendedores: la parcela se destinaria a árboles frutales. Bueno eso no tiene nada de malo, pero pagar tan caro en un rubro en el que los retornos pueden ser después 10 años nos llamaba la atención.
Finalmente el 29 de noviembre del 2012, el diario La Discusión publicó una noticia donde se nombra la venta de una propiedad en Bulnes para una Termoeléctrica y se nombró a la Familia Pérez.
- ¿Cómo afectará la vida de Bulnes, la instalación y funcionamiento de este proyecto?
Es evidente que el medioambiente va a cambiar si o si, aunque la empresa contrate al mejor ingeniero con la mayor cantidad de títulos en medioambiente para que nos convenza que eso no va a ocurrir... Hay que entender como medioambiente:la salud de sus habitantes, el aire y por supuesto el recurso agua. Es evidente que esta quema de gas y consumo de agua los 365 dias del año van a transformar el paisaje.
Por otra parte, ciertas personas ven en este proyecto mejores expectativas de vida o fuentes laborales, pero por favor no se engañen. Durante el proceso de construcción las empresas, que lo mas probable vengan de Santiago, traerán sus maestros especialistas de las grandes urbes y será un trabajo de un par de temporadas, luego la operación no requiere de mas de 6 a 8 técnicos operadores de planta por turno y es evidente que estas especialidades no existen en Bulnes.
- ¿Cuál es la evaluación que hacen en Bulnes en torno a la supuesta "crisis" y futura carencia energética del país con que los medios de comunicación y el Gobierno intenta justificar los proyectos de generación energética?
Es claro que son los grandes proyectos mineros y los grandes complejos industriales que están demandando esta energía.
Las preguntas que debemos hacernos son: ¿Vale la pena seguir sacrificando el resto del país para entregar energía a estas empresas?; ¿Por qué en sus estudios de evaluación no incluyen la generación de su propia energía, acaso estas empresas no conocen las ERNC (Energías Renovables no Convencionales)? ; ¿Por qué tenemos que sacrificar comunidades y destruir medioambientes en pos de este supuesto desarrollo?
Sabemos que el rubro agrícola no mueve la economía de Chile pero vaya que nos asustamos cuando escuchamos vientos de escases alimentaria mundial, ahí recién miramos al campo.
- ¿Cómo ha sido el proceso de organización de los vecinos de Bulnes y cuales han sido sus hitos?
Este proceso ha surgido en el corazón del campo en Bulnes, principalmente entre las mujeres, las primeras actividades han sido motivadas por ellas. En la primera asamblea del 27 de abril de este año, organizada por la comunidad, se conformó un comité en el que la mitad de sus integrantes son mujeres.
En la segunda asamblea del 18 de mayo, en la que se pudo contar con nuestra autoridad comunal y concejales, más los diputados de la zona y los candidatos a diputados y al senado, se presentó al abogado ambientalista Alvaro Toro, el cuál nos asesorará en este proceso. Se estableció un plan de trabajo con objetivos claros.
- ¿Cuál ha sido la postura presentada por las autoridades comunales ante este proyecto?
Luego de contar con mayor información, el alcalde de Bulnes ha manifestado su total rechazo a este proyecto, entiende que el proyecto no representa beneficios a la comuna. En la ultima asamblea el alcalde fue aplaudido en más de una oportunidad al expresar su apoyo a este movimiento.
- ¿Qué se han propuesto hacer en el mediano plazo, en función de la oposición a este proyecto?
Con respecto a esta pregunta solo te responderé que el principal objetivo es unir a la comunidad mediante la información, tenemos muchas actividades que las daremos a conocer a medida que vayamos avanzando en este proceso de unión con nuestros vecinos.
miércoles, 22 de mayo de 2013
Manifiesto por la Huelga electoral constituyente: "El repudio al sistema debe ser el gran triunfador del 17 de noviembre"
Movimiento por la Huelga Electoral Constituyente
CONVOCANTES
- Rafael Agacino, economista, investigador Centro de Estudios Plataforma Nexos
- Daniel Alcaíno Cuevas, actor
- Yvanel Aravena Bustos, obrero portuario, Secretario del Sindicato SVTI Naves de San
Vicente, miembro de la Unión Portuaria del Bío-Bío
- Beatriz Areyuna Ibarra, profesora de Historia, docente de la Universidad Academia de
Humanismo Cristiano
- Rómulo José Belmar Bilbao, sin profesión
- Luis Enrique Arnez Montiel, periodista, dirigente del Colegio y Círculo de Periodistas,
Presidente de la Comisión de Solidaridad y Presidente de los Periodistas Exonerados
Políticos
- Perla Álvarez, secretaria/medicina alternativa
- Patricio Ávila Ravanal, agricultor
- Patricia Inés Ayala Apablaza, profesora de Castellano, Licenciada en Literatura y
Lingüística Hispánica
- Nelly Andrade Alcaíno, contadora, miembro del Colectivo Teatral Escotilla y de la
Agrupación de ex – Presos Políticos de Santiago
- Jenny Arriaza Inostroza, cientista política
- Jaime Bernales Abarca, obrero, poeta, ex – Presidente Sindicato COANIL Limache, ex
miembro titular del Comité paritario de Higiene y Seguridad de la misma corporación, ex
–dirigente de la Federación de Sindicatos de Trabajadores del área Infanto-Juvenil
- Claudia Paz Bravo, socióloga
- Rosa Isabel Bravo Barja, economista feminista
- Álvaro Cárdenas Castro, historiador del arte, editor
- Juan Carlos Cárdenas, médico veterinario, Director del Centro Ecocéanos
- Marcos Alex Cárdenas Torres, obrero portuario (puerto de San Vicente), tesorero de la
Unión Portuaria del Bío-Bío
- Carlos Patricio Carrasco Díaz, sociólogo
- Alejandra Carrasco Beltrán, psicopedagoga educadora diferencial y educadora de
párvulos
- Salvador Carrasco Beltrán, técnico en rehabilitación de drogas
- Marianela Castañeda Leyton, secretaria ejecutiva
- José Miguel Catalán Moya, trabajador independiente
- Wladimir Cerda, Presidente de la Radio Zinzine Aix, Comité Chili-Amérique Latine,
Francia
- Soledad Chávez Fajardo, Dra. en Lingüística, académica de la Universidad de Chile
- Carmen Victoria Cifuentes Fernández, egresada de Derecho
- Yolanda Contreras Carrasco, vendedora, miembro de la Agrupación de Familiares de
Ejecutados Políticos (AFEP)
- Cristian Cruz Montalba, empleado
- Ana Harcha Cortés, Dra. en Teatro, investigadora y creadora escénica, académica de la
Universidad de Chile
- Herman Carrasco Paul, profesor, Vice-Presidente del Centro de Investigaciones y
Promoción de los Derechos Humanos, Temuco
- Pedro Díaz G., antropólogo
- Darcie Doll Castillo, Dra. en Literatura, académica de la Universidad de Chile
- Juan Sebastián Fernández Valenzuela, egresado de Sociología
- Jorge Andrés Fernández Escobar, ingeniero civil electrónico
- Rolando Garrido Quiroz, Dr. en Literatura
- Juan Bautista Gatica Amengual, pensionado
- Aldo Enrique González Becerra, científico (CBMSO-CSIC)
- Sergio Grez Toso, Dr. en Historia, académico de la Universidad de Chile
- Rosa E. E. Gutiérrez Silva, enfermera epidemióloga, investigadora en Derechos
Humanos
- Adriana Goñi Godoy, antropóloga-arqueóloga, integrante de la Asociación Otras
Memorias
- Sergio Roberto Hernández Núñez, obrero, dirigente del Sindicato de Trabajadores
Empresa Ingenieros INSITU S.A.
- Edda Hurtado, Dra. en Literatura, académica de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso
- Patricio Igor Melillanca, periodista, editor de Radio del Mar
- Máximo Raúl Kinast Aviles, experto en Marketing, ex Presidente de “Una Biblioteca para
mi Pueblo”
- Manuel Loyola Tapia, historiador, Dr. en Estudios Americanos, académico de la
Universidad de Santiago de Chile.
- Pedro Alejandro Matta, investigador en temas de Derechos Humanos
- Víctor Hernán Maturana Burgos, activista en Derechos Humanos, Presidente del Centro
de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CINPRODH) de Temuco
- Norton Domingo Maza Pereira, jubilado de la Educación, Presidente de la Asociación
Cultural “La Marselle”, Terrason, Francia
- Blas Montenegro Díaz, técnico mecánico
- Paula Montenegro Dihmes, profesora de Historia, investigadora Centro de Estudios
Plataforma Nexos
- Adriana Palacios Rojas, psicóloga, integrante de Amerindia Chile
- Alberto Manuel Parga Hurtado, profesor normalista jubilado
- Patricia Parga Vega, periodista
- Víctor Parra, técnico en construcción, ecologista
- Francisco Peña Torres, Dr. en Historia y Ciencias Políticas
- Luis Mariano Rendón, abogado
- Daniel Morales, estudiante de Doctorado en Lengua, Alfabetización y Cultura
- Humberto Núñez I., artista plástico –poeta, Centro de Investigaciones y Promoción de los
Derechos Humanos, Temuco
- Julián Andrés Pino Madrid, ingeniero agrícola M. Cs.
- Carlos Rojas Astorga, administrador público, ex dirigente de la Federación de
Estudiantes de la Universidad de Valparaíso (2011)
- Claudio Salinas Muñoz, académico del Instituto de la Comunicación y de la Imagen (ICE)
de la Universidad de Chile
- Ximena Sepúlveda S., profesora de Castellano, docente de la Universidad Alberto
Hurtado
- María Stella Sepúlveda Lynch, enfermera universitaria retirada
- José Francisco Silva Hidalgo, chef de cocina
- Fernando Rodrigo Soto P., administrador público y gestor cultural
- Roberto Torres Vega, psicoterapeuta
- Hugo Sinesio Urrestarazu Silva, físico, ingeniero y lingüista, ex prisionero político en
exilio (Francia), ciudadano que reclama el derecho a voto en el extranjero
- Freddy Urbano Astorga, sociólogo, académico de la Universidad ARCIS
- Paloma Soledad Valdés González, profesora de artes visuales en el Colegio y Casa
Escuela Arte Espacio
- Aldo Vidal H., profesor universitario, miembro de la Comisión Ética Contra la Tortura,
Temuco
- Germán Westphal Montt, Dr. en Lingüística
Correo electrónico: huelgaelectoral@gmail.com
Twitter: @huelgaelectoral
FaceBook: http://www.facebook.com/groups/huelgaelectoralconstituyente/
Página web: www.huelgaelectoralconstituyente.cl
Ante un sistema político de origen ilegítimo, estructuralmente antidemocrático y funcionalmente corrupto, llamamos a la ciudadanía a rechazar el circo electoral del 17 de noviembre absteniéndonos de participar en el mismo.
Estamos convencidos que participar en este sistema heredado de la dictadura sólo sirve para legitimarlo y hacerlo más resistente a los impulsos de cambio provenientes de la ciudadanía y de los movimientos sociales. Hoy no hay ninguna posibilidad de un cambio dentro del sistema. Ello es así, en primer lugar, porque este fue diseñado para hacer inviable su modificación en todo lo sustantivo. En segundo lugar, porque la única posibilidad de cambiarlo internamente pasaría por una amplia unidad de los sectores políticos interesados en ello. Hoy esto no ocurre. Por el contrario, existe una gran dispersión, incluso entre los que se presentan como interesados en las transformaciones más profundas, lo que demuestra que el interés superior de las grandes mayorías no es realmente su prioridad.
En este contexto, creemos que la única posibilidad de cambiar el sistema político, y la Constitución que lo avala, es haciendo cada vez más evidente la deslegitimación masiva de éste, para enfrentarlo simultáneamente desde la movilización social. La ciudadanía ya ha comenzado espontáneamente este proceso y de lo que se trata es hacerlo crecer en organización, extensión y profundidad mediante una enérgica campaña por la abstención electoral activa.
Construir un sistema auténticamente democrático es la única forma de eliminar la injusticia, el abuso y la corrupción de las instituciones y “la clase política” que las administra. Es la forma de dar a nuestros niños y jóvenes la educación que merecen y brindarles a todas las personas protección ante la vejez y la enfermedad. Es la forma de preservar nuestra naturaleza para las actuales y futuras generaciones. Es la forma más adecuada de reconocer a los pueblos originarios, restituyéndoles plenamente sus derechos conculcados.
Para tener un Congreso efectivamente representativo debemos levantar hoy una gran fuerza ciudadana que barra con el actual régimen político y obligue a abrir las puertas a un proceso refundacional del Estado de Chile a través de una Asamblea Constituyente para poner al país en manos y al servicio de sus habitantes. La construcción de esa fuerza es la tarea a realizar al calor de la campaña por la Huelga Electoral.
Con tu “YO NO VOTO POR EL SISTEMA” y con tu movilización, estarás apoyando el único cambio real, efectivo y posible. El repudio al sistema debe ser el gran triunfador del 17 de noviembre. La institucionalidad binominal debe ser la gran derrotada.
Movimiento por la Huelga Electoral Constituyente
- Rafael Agacino, economista, investigador Centro de Estudios Plataforma Nexos
- Daniel Alcaíno Cuevas, actor
- Yvanel Aravena Bustos, obrero portuario, Secretario del Sindicato SVTI Naves de San
Vicente, miembro de la Unión Portuaria del Bío-Bío
- Beatriz Areyuna Ibarra, profesora de Historia, docente de la Universidad Academia de
Humanismo Cristiano
- Rómulo José Belmar Bilbao, sin profesión
- Luis Enrique Arnez Montiel, periodista, dirigente del Colegio y Círculo de Periodistas,
Presidente de la Comisión de Solidaridad y Presidente de los Periodistas Exonerados
Políticos
- Perla Álvarez, secretaria/medicina alternativa
- Patricio Ávila Ravanal, agricultor
- Patricia Inés Ayala Apablaza, profesora de Castellano, Licenciada en Literatura y
Lingüística Hispánica
- Nelly Andrade Alcaíno, contadora, miembro del Colectivo Teatral Escotilla y de la
Agrupación de ex – Presos Políticos de Santiago
- Jenny Arriaza Inostroza, cientista política
- Jaime Bernales Abarca, obrero, poeta, ex – Presidente Sindicato COANIL Limache, ex
miembro titular del Comité paritario de Higiene y Seguridad de la misma corporación, ex
–dirigente de la Federación de Sindicatos de Trabajadores del área Infanto-Juvenil
- Claudia Paz Bravo, socióloga
- Rosa Isabel Bravo Barja, economista feminista
- Álvaro Cárdenas Castro, historiador del arte, editor
- Juan Carlos Cárdenas, médico veterinario, Director del Centro Ecocéanos
- Marcos Alex Cárdenas Torres, obrero portuario (puerto de San Vicente), tesorero de la
Unión Portuaria del Bío-Bío
- Carlos Patricio Carrasco Díaz, sociólogo
- Alejandra Carrasco Beltrán, psicopedagoga educadora diferencial y educadora de
párvulos
- Salvador Carrasco Beltrán, técnico en rehabilitación de drogas
- Marianela Castañeda Leyton, secretaria ejecutiva
- José Miguel Catalán Moya, trabajador independiente
- Wladimir Cerda, Presidente de la Radio Zinzine Aix, Comité Chili-Amérique Latine,
Francia
- Soledad Chávez Fajardo, Dra. en Lingüística, académica de la Universidad de Chile
- Carmen Victoria Cifuentes Fernández, egresada de Derecho
- Yolanda Contreras Carrasco, vendedora, miembro de la Agrupación de Familiares de
Ejecutados Políticos (AFEP)
- Cristian Cruz Montalba, empleado
- Ana Harcha Cortés, Dra. en Teatro, investigadora y creadora escénica, académica de la
Universidad de Chile
- Herman Carrasco Paul, profesor, Vice-Presidente del Centro de Investigaciones y
Promoción de los Derechos Humanos, Temuco
- Pedro Díaz G., antropólogo
- Darcie Doll Castillo, Dra. en Literatura, académica de la Universidad de Chile
- Juan Sebastián Fernández Valenzuela, egresado de Sociología
- Jorge Andrés Fernández Escobar, ingeniero civil electrónico
- Rolando Garrido Quiroz, Dr. en Literatura
- Juan Bautista Gatica Amengual, pensionado
- Aldo Enrique González Becerra, científico (CBMSO-CSIC)
- Sergio Grez Toso, Dr. en Historia, académico de la Universidad de Chile
- Rosa E. E. Gutiérrez Silva, enfermera epidemióloga, investigadora en Derechos
Humanos
- Adriana Goñi Godoy, antropóloga-arqueóloga, integrante de la Asociación Otras
Memorias
- Sergio Roberto Hernández Núñez, obrero, dirigente del Sindicato de Trabajadores
Empresa Ingenieros INSITU S.A.
- Edda Hurtado, Dra. en Literatura, académica de la Pontificia Universidad Católica de
Valparaíso
- Patricio Igor Melillanca, periodista, editor de Radio del Mar
- Máximo Raúl Kinast Aviles, experto en Marketing, ex Presidente de “Una Biblioteca para
mi Pueblo”
- Manuel Loyola Tapia, historiador, Dr. en Estudios Americanos, académico de la
Universidad de Santiago de Chile.
- Pedro Alejandro Matta, investigador en temas de Derechos Humanos
- Víctor Hernán Maturana Burgos, activista en Derechos Humanos, Presidente del Centro
de Investigación y Promoción de los Derechos Humanos (CINPRODH) de Temuco
- Norton Domingo Maza Pereira, jubilado de la Educación, Presidente de la Asociación
Cultural “La Marselle”, Terrason, Francia
- Blas Montenegro Díaz, técnico mecánico
- Paula Montenegro Dihmes, profesora de Historia, investigadora Centro de Estudios
Plataforma Nexos
- Adriana Palacios Rojas, psicóloga, integrante de Amerindia Chile
- Alberto Manuel Parga Hurtado, profesor normalista jubilado
- Patricia Parga Vega, periodista
- Víctor Parra, técnico en construcción, ecologista
- Francisco Peña Torres, Dr. en Historia y Ciencias Políticas
- Luis Mariano Rendón, abogado
- Daniel Morales, estudiante de Doctorado en Lengua, Alfabetización y Cultura
- Humberto Núñez I., artista plástico –poeta, Centro de Investigaciones y Promoción de los
Derechos Humanos, Temuco
- Julián Andrés Pino Madrid, ingeniero agrícola M. Cs.
- Carlos Rojas Astorga, administrador público, ex dirigente de la Federación de
Estudiantes de la Universidad de Valparaíso (2011)
- Claudio Salinas Muñoz, académico del Instituto de la Comunicación y de la Imagen (ICE)
de la Universidad de Chile
- Ximena Sepúlveda S., profesora de Castellano, docente de la Universidad Alberto
Hurtado
- María Stella Sepúlveda Lynch, enfermera universitaria retirada
- José Francisco Silva Hidalgo, chef de cocina
- Fernando Rodrigo Soto P., administrador público y gestor cultural
- Roberto Torres Vega, psicoterapeuta
- Hugo Sinesio Urrestarazu Silva, físico, ingeniero y lingüista, ex prisionero político en
exilio (Francia), ciudadano que reclama el derecho a voto en el extranjero
- Freddy Urbano Astorga, sociólogo, académico de la Universidad ARCIS
- Paloma Soledad Valdés González, profesora de artes visuales en el Colegio y Casa
Escuela Arte Espacio
- Aldo Vidal H., profesor universitario, miembro de la Comisión Ética Contra la Tortura,
Temuco
- Germán Westphal Montt, Dr. en Lingüística
Correo electrónico: huelgaelectoral@gmail.com
Twitter: @huelgaelectoral
FaceBook: http://www.facebook.com/groups/huelgaelectoralconstituyente/
Página web: www.huelgaelectoralconstituyente.cl
martes, 21 de mayo de 2013
EL CONTROL COMUNITARIO SOBRE LA SALUD: UNA PROPUESTA TÁCTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA COMUNITARIA Y EJERCICIO DE PODER SUBALTERNO
EL CONTROL COMUNITARIO SOBRE LA SALUD: UNA PROPUESTA
TÁCTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA COMUNITARIA Y EJERCICIO DE PODER
SUBALTERNO
José Matamala Pizarro[1]
jose.matamalapizarro@gmail.com
Resumen: El
documento versa sobre tres cuestiones esenciales en la puesta en marcha de una
apuesta de control comunitario en salud. Estas se describen en la
caracterización de la salud chilena, cuyos determinantes sociales impactan
negativamente sobre el continuo salud-enfermedad, así como de la apropiación
colectiva de la misma. Esta situación impide la organización comunitaria
entorno a la salud, desreponsabilizando y victimizando a los sujetos que se
convierten en consumidores de un producto precarizado. Aquello niega el
carácter activo del individuo y el colectivo sobre los determinantes sociales
de la salud, sustrayendo el control de éstos sobre el medio productivo. Es
decir, al colectivo le es indiferente y ajena la producción misma de su salud. Aquella producción enajenada
trasunta en una pauperización de la salud, impidiendo el ejercicio de
participación activa de los actores implicados. Niega el carácter de clase,
imponiendo un modelo asistencial que gestiona y produce enfermos. Frente a
esto, que trastoca a los actores implicados –Trabajadores de la salud,
Estudiantes del área, Pobladores, Trabajadores- se postula la necesidad de ejercer
control sobre el medio productivo y su objeto de producción, es decir,
favorecer la referenciación comunitaria de la autonomía colectiva en cuanto a
la apropiación de la salud y el entrenamiento de poder y dirección de los
sectores subalternos en la gestión social y administrativa de la salud. Y para
caracterizar aquello se utilizan las elucubraciones surgidas desde la
experiencia de salud comunitaria llevada a cabo en la Población Luis Cruz
Martínez de Chillán, desde el año 2011.
Más
allá de conceptualizar la salud
Cuando se habla de
salud, se tiende, en primera instancia, a conceptualizar operativamente la
misma. Pareciera ser que lo último que se busca en el debate es actualizar el
carácter compresivo de la categoría, añadiendo nuevas apreciaciones sobre la
misma. Aquello es propio de la búsqueda recurrente de la ciencia “como tal”[2].
Para los fines políticos, lo resuelto en la tensión científica no es
suficiente. En lo político[3],
se debe entrecruzar lo propio de la filosofía de la ciencia y lo propio de la
filosofía de la praxis. Es decir, debe relacionarse positivamente con la
actuación crítica sobre la realidad,
dirigida científicamente. De esta manera, es posible plantear un estudio
aterrizado respecto a las implicancias de la salud en la Formación Económica
Social chilena, correlacionando en el mismo dos premisas: ciencia/sociedad. La
segunda de éstas parece ser velada por las posiciones dominantes, tratando a la
salud como una necesidad de “mantención en su grado mínimo” de la fuerza de
trabajo. En la tríada de formulación de valor, la mercantilización de la salud
deriva en una objetivización que se escapa al control de los individuos y el
colectivo. Es la salud que se deriva del patrón de acumulación dominante: el
neoliberalismo. Pero el velo que cubre la posición dominante es paradójico.
Según el psicoanalista Manuel Baldiz[4]
(2009) la constitución del sujeto en el neoliberalismo es próxima a los
intereses postmodernos de fragilidad y dispersión. Aquello ocasiona que “El
superyo postmoderno ya no es exactamente prohibitivo, se trata más bien de un
superyo que empuja a gozar siempre más y más: de los objetos, de la técnica,
del consumo, de la felicidad instantánea, de la supuesta autoayuda, del
trabajo, de la imagen”. Es decir, pese a que la filosofía y la ética neoliberal
quieren mantener en su “grado mínimo” a la fuerza de trabajo, la insta, desde
la fragilidad y la dispersión del consumo, a autosabotearse y autoenfermarse. Ubica
a los sujetos, en el continuo salud-enfermedad, en el monismo de la enfermedad-enfermedad.
Por tanto el “arqué” de la sociedad neoliberal es la enfermedad. Ahora bien, si
se comienza a observar más allá de la fuerza de trabajo y se considera la
Fuerza Productiva en su integridad, se podría concluir que la lógica del capitalismo
se dualiza en la manifestación enfermedad (humana)-depradación (ambiental). El
2008 el Biólogo Héctor Kol[5]
indicó que frente a esta dualidad, es necesario “echar
abajo el Estado capitalista neo-liberal, a este Estado que no ofrece soluciones
para nada, ni para la Salud, ni para la educación, ni para la vivienda y mucho
menos para el tema ecológico”. ¿Pero qué tiene de particular aquel modelo?
Antecedentes de la estructura de salud chilena y su
implicancia en los determinantes sociales.
Desde
1990 a la fecha, la población chilena ha crecido en casi 3 millones de
habitantes, presenta una estructura piramidal invertida con un claro
envejecimiento de sus habitantes. Chile presenta un IDH sobre la media de
Latinoamérica. Desde 1979, con la reforma de Salud, establecida en la Ley
15.469, se dispone de una doble oferta: público-privada tanto en la previsión
como en la cobertura de la salud. Entre 1981-1986 se fue allanando el terreno
para el surgimiento de las ISAPRES, las cuales fueron consolidadas durante los
gobiernos de la Concertación, pese al maquillaje dado en 1990 y al Estatuto de
APS en 1995, así como la avanzada de reformas desde el 2000 en adelante que
permitieron establecer el Plan Auge. La organización de la salud, desde
entonces, se erige sobre una terna: La formalidad de la organización, rol
institucional en el sistema (previsional-financiero, proveedor de servicios o
mixto), fines (con lucro-sin lucro). El sistema de salud es Mixto, siendo su
brazo público FONASA y privado ISAPRES y Mutuales. Es decir, el circuito de producción
del servicio se liberalizó, transformando a la salud en una mercancía (bien de
consumo). Esto se condice con el carácter técnico del neoliberalismo en cuanto
a la creación de valor “donde antes no existía”[6]. Considerando aquello, sin
el afán de profundizar en extenso en la estructura orgánica de la salud
chilena, se plantea la perentoriedad de develar la incidencia de la misma en
cuanto a los determinantes sociales de la salud. La Organización Mundial de la
Salud[7] (2013) define a los
determinantes sociales como las circunstancias en la que se desarrolla el ser
humano. Estas determinantes explicarían las desigualdades en la cobertura de la
salubridad, no solo nacional, sino continental y mundial. Según Rafael Agacino[8], la asunción de un
proyecto neoliberal “integrista” transnacional menguó en la salud en función de
los siguientes determinantes sociales: 1) integrismo transnacionalizado 2) la
dinámica de crecimiento 3) Recomposición de la estructura productiva 4) flexibilización
del mercado del trabajo 5) extensión del trabajo precario. Todos ellos
impactarían negativamente en el continuo sanitario y su organización. Ejemplo
de aquello, son las denominadas ISAPRES, las cuales pueden: imponer reajustes
anuales (operar monopolícamente y retener clientela cautiva), autorregular sus
precios y planes (Recomposición de estructura productiva de la necesidad
social), capacidad para crecimiento vertical (afiliarse a prestadores de
servicios), seleccionar los riesgos (gestión social del riesgo) para modificar
contratos y establecer reajustes, lógica expansionista de inversiones en otros
terrenos (dinámica de crecimiento, tejido de negocios). Según una columna de
Marcela Ramos en CIPER ¡El mercado le ha seguido el
pulso a estos movimientos de la población. Entre 2002 y 2008, las clínicas más
grandes incrementaron su capacidad instalada en un 79%. Los proyectos de
expansión alcanzan los 500 millones de dólares![9]. Es
decir, la salud, o como se dijo anteriormente, la gestión social de la enfermedad-enfermedad
es un gran negocio para los empresarios. Pese a ello, según la OCDE, Chile
obtiene ciertos logros en salud precarizando a los trabajadores del área,
desmantelando la Salud Pública en Salud. Se gasta un 7% del PIB en Salud. De eso,
un 3,8% se destina a la atención del 80% de la población (los que están en
Fonasa); y un 3,2% al 20% restante (los afiliados a isapres). Todo ello expresa
las transformaciones neoliberales en el seno de la salud, así como en los
elementos que le rodean.
De los determinantes sociales en salud a la
identificación colectiva.
Chile es uno de los países más privatizados del mundo. Es que expresa
una contrarrevolución madura. Erich Fromm[10] indicó
que una las características centrales del progresismo neoliberal se relacionaba
con la tríada: producción ilimitada-la libertad absoluta-felicidad sin
restricciones. Esto, en lo ético, traería un hedonismo radical y un egoísmo
extremo. De esta manera, en la caracterización de la sociedad chilena como una
expresión neoliberal madura se suplanta al individuo por el sistema ¿Qué es lo
mejor para que el sistema marche?, enconando al sujeto a la tesis que “con
esfuerzos le pueden llegar beneficios”. Esto explicaría el diagnóstico del
sujeto, la crisis de sentido y de identidad que lo subyuga post-derrotas:
dictadura militar y salida pactada a la misma. La reducción del individuo como
sujeto estadístico. Esta involución dificulta la asunción de proyectos sociales
y colectivos. Y por tanto, la identificación consciente e histórica de los
determinantes sociales que están implicados en su porvenir, en su proyecto
vital. Esta fragmentación objetiva y desconstitución subjetiva, reducen la
acción social a la mera compensación de intereses. Durkheim le llamó a eso
solidaridad mecánica. La fetichización de la realidad impide la emergencia de
esperanzas y posibilidades. Una posibilidad de ruptura podríamos encontrarla
con la necesidad de analizar lo real. Es decir, el pasaje al acto de compartir
con el sujeto fuera de lo que lo ataba anteriormente (una categoría social),
instándolo a formar organización. Eric Laurent[11] diría
algo así como enfrentar al sujeto con su angustia, porque es un afecto que no
engaña. El malestar del sujeto es por la pérdida de sentido, de porvenir y de
proyecto social. Es por la derrota y la instalación del capital por sobre el
trabajo. Es por la miniminalización de la vida y la exageración de la
depradación, la muerte y la enfermedad-enfermedad.
En la identificación colectiva, es necesario revisar la opacidad desde
la emergencia que van teniendo los sujetos subalternos, y las posibilidades que
se abren en la construcción de sujetos sociales con capacidad de disputa y
control de su proyecto vital. Pasar de la mera determinación e imposición de
las condiciones por parte de los sectores dominantes, hacia una táctica de
actividad colectiva que construya los pies del Pueblo. En ésta radicarían
nuestras observaciones para definir las condiciones de posibilidad[12] y la
puesta en marcha de un proyecto vital que emerja desde los actores que están
atravesados por la condena.
Sobre la apropiación de la salud y la
construcción de un proyecto vital.
El Psicoanalista S. Freud[13] indicó
en 1927 que “la civilización es algo que fue impuesto a una mayoría contraria a
ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y de coerción”.
Esta civilización se asemeja a la cultura y la cultura está dominada por el
sentido común, cuya direccionalidad está subordinada a la dominancia global de
la clase dominante sobre la dominada. La apropiación de la vida “en general”,
su distribución y su gestión están en manos de unos pocos. En palabras de K.
Marx[14], la
masa de la humanidad se expropió a sí misma para mayor gloria de la
"acumulación del capital". Así, como se consignó
anteriormente, el patrón de acumulación instalado por la fuerza en Chile trajo
un deterioro significativo en la capacidad de disputa de la clase trabajadora.
La derrotó en dos planos: político y militar. De esta manera, expoliando sus
derechos y atosigando sus ideas, se destacaron reservorios de organización que
articularan una resistencia (por lo menos a nivel de subcultura o
contracultura) a la dominancia total del capital. El diagnóstico estructurado
para superar la organización noventera en Chile, los colectivos, supuso la siguiente
esquematización:
1.-
el paralelismo eterno con el Estado y las formas organizativas capitalistas
para la producción de realidad social.
2.-
la dispersión de la clase trabajadora,
3.- Impiden la confrontación con la burguesía, ya
sea en forma total o parcial.
La superación dialéctica
de la problemática de una Praxis política fragmentaria viene a resolverse (al
menos en cuanto a tesis) en la creación de espacios de síntesis
“político-social”. Esto cuajaría en la puesta en marcha de “Comunidades de
Militantes” que anteriormente se encontraban dispersos. De esta manera, desde
el paso de una dispersión a una unidad sintética, lo que se pone en juego es la
cuestión del poder y el control político y sus problemas asumidos en forma
plena respecto a cómo llevar a cabo aquello.
Si se considera que en
cuanto a la estructuración entorno a la salud, las organizaciones que se
vinculan con el tema son de dos tipos: institucionales (Gremios y algunos
sindicatos aislados, Juntas de Vecinos, ONGs, entre otros) y para-institucionales
(Mesas Territoriales, Agrupaciones, Colectivos de Salud), se podría indicar que
la discusión debería radicar en el mismo plano: en la apropiación colectiva y
el ejercicio del poder de los actores involucrados. Tomar control del medio productivo
de forma autónoma y comunitaria. A su vez que se va preñando lo viejo de lo
nuevo, ¿Cómo se debe hacer para favorecer la instalación de la idea de control
comunitario en salud? Tal como se caracterizó anteriormente, con la
liberalización de los servicios, la tríada objetiva del valor sucumbió a la
ética neoliberal. La salud pasó a ser una mercancía que se regula por el
mercado. Ésta estaría enquistada en una bifurcación con claros ribetes
privatizadores: lo público y lo privado. A su vez, los actores estarían
desarticulados y posicionados en diferentes planos debido a la organización del
sistema: Servicios de Salud y la Administración delegada de Municipales y
terceros. El papel de lo comunitario y del control, desde esta vertiente se
considera difuso. Pero no lo es cuando se asume el carácter de apropiación del
modo y objeto de la producción de la salud y el ejercicio del poder popular de
los sujetos subalternos dentro de un patrón de acumulación dominante. Esto es,
como se dijo, preñar lo viejo con lo nuevo. En este aspecto, tal como surgió
con el tema estudiantil[15],
la punta de lanza de la constitución de control comunitario en salud se esboza
más próxima a la capacidad organizativa de los pobladores.
Los pobladores y su ubicación en la puesta en marcha
de la táctica del control comunitario en salud.
Los pobladores como
sujetos subalternos son actores poliformos, polivantes
en sus recursos y tácticas, que fraguan su lucha y constitución al calor de
demandas características que se enclavan en un contexto histórico determinado.
Éstas entran en conflicto con las formas de perpetuación de la dominación capitalista
en cada una de sus fases. Por lo tanto, evidencian diferencias profundas en
cuanto a lo político, una vez vencidas las cristalizaciones impuestas. Desde el
diagnóstico, se puede indicar que al concebir el modelo dominante de salud el
carácter de “enfermedad-enfermedad”, deja de lado “la salud” como colectividad.
Obvia y reduce, lo que es digno de muchos estudios, lo que se denomina “Salud
promocional y preventiva”. ¿Para qué lo va a realizar? Ya que considera la
salud como un agregado que permita “el mínimo” para mantener al trabajador en
una condición de pauperización de derechos. Es decir, en el neoliberalismo el
75% del financiamiento de la salud del trabajador depende del trabajador mismo,
siendo el aporte del Estado de un 25%.. Esto sitúa a Chile, dentro de la OCDE,
como el número de los países que hacen gastar dinero de su bosillo a los
trabajadores. De esta manera, para la clase dominante le es indiferente el
desarrollo de estrategias integrales de promoción y prevención en salud. Esto
abre una veta táctica para el ejercicio de poder comunitario. El cual puede ser
tomado por los pobladores, quienes, en su ubicación dentro de la estructura productiva
de la salud, adquieren protagonismo y rol del ejercicio del control comunitario
de la salud misma. Si se considera la historia de los pobladores en Chile, se
observa que alrededor de los años 30, la concentración espacial, que trajo
aparejadas dificultades para algunos sectores sociales, se debió al beneficio
obtenido por otros sectores en función de la concentración caracterizada por la
aglomeración y valorización diferencial de la tierra. Desde antes de los 30,
posterior al surgimiento de la “cuestión obrera” y la migración campo-ciudad, trajo
aparejada un crecimiento urbano significativo. En 1910 Recabarren[16]
se pronunció al respecto, caracterizando la situación de los asentados como
“una ignominia”. Los pobladores se escaparon de los ranchos, para vivir las
penurias de los conventillos. Es ahí, en esa estructuración habitacional, en
donde surge la preocupación de los pobladores respecto a la salubridad
(incluido el Estado y los servicios sociales altruistas). Desde entonces, la
compenetración Salud-Vivienda fue un eje de relevancia política del Movimiento
de Pobladores en Chile[17].
Uno de los casos paradigmáticos fue el Campamento “Nueva La Habana”, cuyo rol
articulador del ejercicio de poder popular histórico radicó esencialmente en
los pobladores organizados desde una forma autónoma relativa. Esta disyuntiva
Autonomía/vía institucional, en cuanto a la constitución y representación de
los referentes poblacionales no sería algo que incidiría en la consecución de
niveles tácitos del ejercicio del control comunitaria autónomo. La Historia del Movimiento
de Pobladores nos indica que, por la década de los 60, éste sector tomó realce
debido a la orientación táctica de la
DC para cooptar las demandas pujantes de los pobladores (vincular
el Estado con la “Sociedad Civil”). Una vez “legitimada” la existencia y
participación de los pobladores, éstos se adhirieron en grandes cantidades a
las organizaciones vecinales constituidas (JJVV). La Izquierda , dando cuenta
de aquello, redigirió su orientación programática hacia “el copamiento” de los
espacios Institucionales. Esto, sin dejar de lado, evidentemente, la
alternativa de construcción autónoma a los poderes dominantes. Nótese,
nuevamente, la aproximación a la experiencia generada en el Campamento “Nueva
La Habana”. Para ello, dentro del control comunitario, se debe hacer una
diferencia entre la “vida comunitaria” y “alternativa comunitaria”. La “vida comunitaria” se conceptualiza como
la vida en común que despliegan los habitantes de un sector territorial determinado.
Por “Alternativa Comunitaria” se
entiende la postura política de construir vida conscientemente organizada en
aquel sector. Esto, sería el pilar de la estrategia política de construir “Un
Barrio Nuevo”[18], mientras que
el ejercicio del poder y el control comunitario en salud es la táctica para
lograr aquel proyecto vital.
La
articulación del control comunitario en salud: actores, actos y escenificación.
La experiencia del Comité de Salud Comunitaria “Violeta Parra” de la Población
Luis Cruz Martínez de Chillán.
La población Luis Cruz Martínez es un barrio
tradicional que se ubica al sector poniente de la ciudad de Chillán. Sus
orígenes se remontan a finales de la década del 60, siendo su proceso de
configuración espacial determinado por dos tácticas: la toma de terreno y la
opción gradualista “Cooperativa de Vivienda”. Durante la época del UP asume un
gran protagonismo en la esfera política poblacional en Chillán, siendo pilar
importante de sostén del Partido Socialista de la comuna, así como del Comité
de “Los Sin Casa” próximo al Partido Comunista, lo que significó que el Presidente
Salvador Allende visitara a los dirigentes del barrio para interiorizarse de su
trabajo. Luego de la derrota militar, la población vive un proceso similar a
los barrios chilenos: shock-persecución-ocultamiento-reforma
dirigencial-resistencia política-asunción de la salida pactada-disolución de la
organización-fragmentación-cooptación-instrumentalización.
Posterior aquello, la derrota de la salida pactada
significó una fantasmática presencia organizativa que fue cambiada el año 2010,
durante la coyuntura pos-terremoto. Desde entonces, se incentivó el trabajo
comunitario estableciendo formas organizativas autónomas y con presencia
institucional, lo que favoreció la interpenetración con otros actores sociales:
estudiantes de la Universidad del Bío Bío, organizaciones de pobladores
chillanejas y trabajadores del Consultorio de Salud Familiar “Ultraestación” y
un sindicato del retail. La línea interventiva que más tuvo desarrollo fue la
de salud comunitaria. Ésta se orientó de la siguiente forma:
Como
lo expresa el esquema, el 2011 se conformó el Comité de Salud Comunitaria
“Violeta Parra” incentivado por dos aspectos: 1) preocupación por la salud
pública chilena, específicamente la Atención Primaria en Salud otorgada por el
Consultorio “Ultraestación” de Chillán 2) Efectuar acciones comunitarias[19]
entorno a la Salud Comunitaria. Durante el 2011 se hizo notar con relativa
fuerza los embates privatizadores en la Atención Primaria de Salud, las cuales
sustentaron las ideas neoliberales de aumentar el copago, subir los costes en
los fármacos, precarizar la actividad laboral de los funcionarios (recordar el
Paro de la CONFUSAM), entre otros. Es decir, los CESFAM serían delegados a
corporaciones, tal como se quiere hacer con los recintos de atención terciaria
(Hospitales). En esta coyuntura, surge el Comité de Salud en la Población,
superando la propuesta de “Crear Mesas Territoriales por la defensa de la
Atención Primaria o Salud Pública”[20].
Es
así como el Comité, se orientó en la tarea de tomar la salud
pública/comunitaria desde 8 esferas directrices:
a) la territorialidad, expresada en la
ubicación de la dinámica espacial en la cobertura de salud, lo que permitiría
un ejercicio de poder a las comunidades poblacionales respecto a los temas
referidos a la salud pública/comunitaria; b) articulación con otros actores, en
la medida de conformar un núcleo de expresión popular del ejercicio de salud
pública-comunitaria junto a estudiantes del Colectivo de Salud de la
Universidad del Bío Bío y Trabajadores del Consultorio “Ultraestación”. Es
decir, la gestión y puesta en marcha de la salud comunitaria pasaría por la
articulación de estos 3 actores. C) AGP, en el sentido de instalar ideas
fuerzas respecto a la situación de la salud pública, donde se atiende la
mayoría de la población. (Para ello se hicieron foros y jornadas de discusión),
así como en la formación se realizaron ciclos de Formación de monitores en
salud comunitaria. D) La conformación del Comité permitió contar con autonomía
organizativa, así como la interpenetración en la estructura institucional de
las juntas vecinales. E) Si el neoliberalismo niega la promoción y prevención,
la acción del Comité se dirigiría por esa veta. Aquello otorgó posibilidad de
crecimiento y posicionamiento, así como ejercicio de poder y control “local” en
esta área de la salud comunitaria. F) La confrontación social frente al modelo
hegemónico, guiado por la idea de consecución de un “Barrio nuevo”, así como
participar en la coyuntura agitando sobre el tema. Faltó eso sí, entrar en
disputa con los administradores municipales del Consultorio respecto a la
estructura arquitectónica del recinto (Muy pequeño para la población que se
atiende). G) La constitución y puesta en marcha permitió la referenciación de
la organización comunitaria y la preponderancia del tema de salud comunitaria.
H) El financiamiento fue para-instituciona e institucional, este último
conseguido a postulaciones vía Junta de Vecinos a proyectos y el aporte directo
al Colectivo de Salud por parte de la Universidad del Bío Bío para la ejecución
de los ciclos de formación de Monitores en Salud.
Algunas
discusiones finales respecto al ejercicio del poder y la conducción del control
comunitario
A lo
largo del documento se dio cuenta de la alternativa táctica del ejercicio del
poder de los sectores subalternos en una fase neoliberal que presenta sus
primeros síntomas de agotamiento político. En ese escenario, la acción del
control comunitario se sitúa: primero en el plano de simbólico-vivencial, en la
medida de establecer un proyecto vital que se va erigiendo dentro de un patrón
de acumulación dominante y segundo la radicalización de este proyecto de vida
que permita conflictuar temporal y limitadamente con el proyecto social
hegemónico, dirigido por la clase dominante. De esta manera, el tema de la
construcción del ejercicio del poder en salud y su control se condicen con las
tareas que deben desarrollar los revolucionarios y el Pueblo subyugado: en esta
fase de incremento de la movilización y algunos retazos de conciencia, el
pasaje de la derrota a la ofensiva necesita hacer carne la estrategia a través
de tácticas que sean asumidas por el Pueblo en su expresión sectorial e integral.
Aquello conlleva una tarea de favorecer la organización autónoma y el
fortalecimiento de la formación continua y elicitadores de mayores niveles de conciencia. Es evidente que el
caso expuesto no es el “perfecto” respecto a la cuestión del control comunitario
en salud, pero si es un antecedente a considerar en la medida que es en la
realidad concreta donde se van dando los ejercicios del poder popular
histórico, siendo los revolucionarios e intelectuales orgánicos los que tengan
por tarea no solo acompañar y guiar al Pueblo en esa tarea, sino problematizar
junto a él, el sentido mismo de la
vitalidad.
Chillán,
Mayo de 2013.
[1] Participa del Comité
de Salud Comunitaria “Violeta Parra” de la Población Luis Cruz Martínez de
Chillán.
[2] Para
comprender esto, revisar el texto de T. Khun (1971) “La estructura de las
revoluciones científicas”. FCE.
[3] Lo político sería el
modo en que se instituye la sociedad.
Es decir, el carácter ontológico de la misma. Por lo tanto es aquello que
dinamiza el carácter antagónico en una
sociedad concreta.
[4] El Psicoanálisis
frente al Discurso del Amo Contemporáneo.
[5] Entrevista en el
diario “EL Ciudadano”. La ciencia ha sido sometida al poder del dinero.
[6] Situación similar
ocurre con la vivienda y la educación. Desde 1981-1982, posterior a las
políticas de shock y la asunción de las políticas de los Chicago Boys, se
genera una transformación “por arriba” del patrón de acumulación. Se instala el
neoliberalismo, el cual empieza a liberalizar los servicios antes administrados
por el Estado. Estos son los efectos de la contrarrevolución. El minimalismo
del Estado, la expoliación de derechos y la mercantilización total de la vida.
La burguesía nacional se entrega de lleno al capital difuso transnacional,
cambiando su filosofía y su ética. Por tanto, modifica sus esquemas en cuanto a
sus teorías del valor.
[7] OMS. Determinantes
sociales de la salud.
[8] Las transformaciones
neoliberales en Chile. Antecedentes de contexto para la discusión sobre los
determinantes sociales de la salud.
[9] Las dos caras de la
agenda del Gobierno en Salud. Pese al año de su publicación, refleja en cierta
manera la lógica de mercantilización neoliberal de la salud.
[10] Tener y Ser.
[11] Eric Laurent.
Psicoanalista. ¿Desangustiar?
[12] Quizás algo cercano a
la conceptualización de M. Foucault
[13] El porvenir de una
ilusión.
[14] El Capital, tomo I.
Capitulo XXV
[15] Rafael Agacino, en
una entrevista dada el año 2012, caracterizó de buena forma lo que se indica en
ese párrafo. Frente al tema de las movilizaciones estudiantiles, declaró ¿Cómo
caracterizar esta movilización social que ocurre en un contexto de crecimiento
económico, en ausencia de desempleo masivo, de bajas salariales o de una
situación de pobreza masiva y creciente? Lo que hay es una explosión en otras
condiciones: en condiciones de inclusión social; no se trata de las masas
menesterosas clamando por pan; no se trata de “marchas del hambre” como en los
años setentas y ochentas. Pese a que considera “Aspiracionales” a los
estudiantes, podríamos indicar que, tal como el tema estudiantil inició su
movilización en los “Estudiantes-Clientes” mismos, los pobladores, por su
ubicación en la estructura organizacional de la salud se ubican en el mismo
plano “Pobladores-Usuarios”. He ahí su potencial movilizador y propulsor de la
idea de apropiación del “Producto de consumo” que está recibiendo. Y la fisura
presentada con los trabajadores de la salud, reducidos a puras reivindicaciones
salariales.
[16] Ricos y pobres
[17] Nótese que las Ligas
de Arrendatarios y posteriormente, en los gérmenes de poder popular expresados
en el Campamento Nueva La Habana, lo
habitacional era inconcebible de lo sanitario. Los pobladores rompieron la
relación sujeto-objeto entre sus necesidades y el entorno que les rodeaba,
incluso superando la noción de salud, llevándola al plano del “Medio Ambiente”
[18] Esta
conceptualización se las debo a los compañeros de Temuco.
[19] Siguiendo la
esquematización táctica encontrada en los textos de Mario Garcés.
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