martes, 21 de mayo de 2013

EL CONTROL COMUNITARIO SOBRE LA SALUD: UNA PROPUESTA TÁCTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA COMUNITARIA Y EJERCICIO DE PODER SUBALTERNO

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EL CONTROL COMUNITARIO SOBRE LA SALUD: UNA PROPUESTA TÁCTICA EN LA CONSTRUCCIÓN DE AUTONOMÍA COMUNITARIA Y EJERCICIO DE PODER SUBALTERNO
José Matamala Pizarro[1]
jose.matamalapizarro@gmail.com

Resumen: El documento versa sobre tres cuestiones esenciales en la puesta en marcha de una apuesta de control comunitario en salud. Estas se describen en la caracterización de la salud chilena, cuyos determinantes sociales impactan negativamente sobre el continuo salud-enfermedad, así como de la apropiación colectiva de la misma. Esta situación impide la organización comunitaria entorno a la salud, desreponsabilizando y victimizando a los sujetos que se convierten en consumidores de un producto precarizado. Aquello niega el carácter activo del individuo y el colectivo sobre los determinantes sociales de la salud, sustrayendo el control de éstos sobre el medio productivo. Es decir, al colectivo le es indiferente y ajena la producción misma de su salud. Aquella producción enajenada trasunta en una pauperización de la salud, impidiendo el ejercicio de participación activa de los actores implicados. Niega el carácter de clase, imponiendo un modelo asistencial que gestiona y produce enfermos. Frente a esto, que trastoca a los actores implicados –Trabajadores de la salud, Estudiantes del área, Pobladores, Trabajadores- se postula la necesidad de ejercer control sobre el medio productivo y su objeto de producción, es decir, favorecer la referenciación comunitaria de la autonomía colectiva en cuanto a la apropiación de la salud y el entrenamiento de poder y dirección de los sectores subalternos en la gestión social y administrativa de la salud. Y para caracterizar aquello se utilizan las elucubraciones surgidas desde la experiencia de salud comunitaria llevada a cabo en la Población Luis Cruz Martínez de Chillán, desde el año 2011.


Más allá de conceptualizar la salud

Cuando se habla de salud, se tiende, en primera instancia, a conceptualizar operativamente la misma. Pareciera ser que lo último que se busca en el debate es actualizar el carácter compresivo de la categoría, añadiendo nuevas apreciaciones sobre la misma. Aquello es propio de la búsqueda recurrente de la ciencia “como tal”[2]. Para los fines políticos, lo resuelto en la tensión científica no es suficiente. En lo político[3], se debe entrecruzar lo propio de la filosofía de la ciencia y lo propio de la filosofía de la praxis. Es decir, debe relacionarse positivamente con la actuación crítica sobre la realidad, dirigida científicamente. De esta manera, es posible plantear un estudio aterrizado respecto a las implicancias de la salud en la Formación Económica Social chilena, correlacionando en el mismo dos premisas: ciencia/sociedad. La segunda de éstas parece ser velada por las posiciones dominantes, tratando a la salud como una necesidad de “mantención en su grado mínimo” de la fuerza de trabajo. En la tríada de formulación de valor, la mercantilización de la salud deriva en una objetivización que se escapa al control de los individuos y el colectivo. Es la salud que se deriva del patrón de acumulación dominante: el neoliberalismo. Pero el velo que cubre la posición dominante es paradójico. Según el psicoanalista Manuel Baldiz[4] (2009) la constitución del sujeto en el neoliberalismo es próxima a los intereses postmodernos de fragilidad y dispersión. Aquello ocasiona que “El superyo postmoderno ya no es exactamente prohibitivo, se trata más bien de un superyo que empuja a gozar siempre más y más: de los objetos, de la técnica, del consumo, de la felicidad instantánea, de la supuesta autoayuda, del trabajo, de la imagen”. Es decir, pese a que la filosofía y la ética neoliberal quieren mantener en su “grado mínimo” a la fuerza de trabajo, la insta, desde la fragilidad y la dispersión del consumo, a autosabotearse y autoenfermarse. Ubica a los sujetos, en el continuo salud-enfermedad, en el monismo de la enfermedad-enfermedad. Por tanto el “arqué” de la sociedad neoliberal es la enfermedad. Ahora bien, si se comienza a observar más allá de la fuerza de trabajo y se considera la Fuerza Productiva en su integridad, se podría concluir que la lógica del capitalismo se dualiza en la manifestación enfermedad (humana)-depradación (ambiental). El 2008 el Biólogo Héctor Kol[5] indicó que frente a esta dualidad, es necesario “echar abajo el Estado capitalista neo-liberal, a este Estado que no ofrece soluciones para nada, ni para la Salud, ni para la educación, ni para la vivienda y mucho menos para el tema ecológico”. ¿Pero qué tiene de particular aquel modelo?

Antecedentes de la estructura de salud chilena y su implicancia en los determinantes sociales.

Desde 1990 a la fecha, la población chilena ha crecido en casi 3 millones de habitantes, presenta una estructura piramidal invertida con un claro envejecimiento de sus habitantes. Chile presenta un IDH sobre la media de Latinoamérica. Desde 1979, con la reforma de Salud, establecida en la Ley 15.469, se dispone de una doble oferta: público-privada tanto en la previsión como en la cobertura de la salud. Entre 1981-1986 se fue allanando el terreno para el surgimiento de las ISAPRES, las cuales fueron consolidadas durante los gobiernos de la Concertación, pese al maquillaje dado en 1990 y al Estatuto de APS en 1995, así como la avanzada de reformas desde el 2000 en adelante que permitieron establecer el Plan Auge. La organización de la salud, desde entonces, se erige sobre una terna: La formalidad de la organización, rol institucional en el sistema (previsional-financiero, proveedor de servicios o mixto), fines (con lucro-sin lucro). El sistema de salud es Mixto, siendo su brazo público FONASA y privado ISAPRES y Mutuales. Es decir, el circuito de producción del servicio se liberalizó, transformando a la salud en una mercancía (bien de consumo). Esto se condice con el carácter técnico del neoliberalismo en cuanto a la creación de valor “donde antes no existía”[6]. Considerando aquello, sin el afán de profundizar en extenso en la estructura orgánica de la salud chilena, se plantea la perentoriedad de develar la incidencia de la misma en cuanto a los determinantes sociales de la salud. La Organización Mundial de la Salud[7] (2013) define a los determinantes sociales como las circunstancias en la que se desarrolla el ser humano. Estas determinantes explicarían las desigualdades en la cobertura de la salubridad, no solo nacional, sino continental y mundial. Según Rafael Agacino[8], la asunción de un proyecto neoliberal “integrista” transnacional menguó en la salud en función de los siguientes determinantes sociales: 1) integrismo transnacionalizado 2) la dinámica de crecimiento 3) Recomposición de la estructura productiva 4) flexibilización del mercado del trabajo 5) extensión del trabajo precario. Todos ellos impactarían negativamente en el continuo sanitario y su organización. Ejemplo de aquello, son las denominadas ISAPRES, las cuales pueden: imponer reajustes anuales (operar monopolícamente y retener clientela cautiva), autorregular sus precios y planes (Recomposición de estructura productiva de la necesidad social), capacidad para crecimiento vertical (afiliarse a prestadores de servicios), seleccionar los riesgos (gestión social del riesgo) para modificar contratos y establecer reajustes, lógica expansionista de inversiones en otros terrenos (dinámica de crecimiento, tejido de negocios). Según una columna de Marcela Ramos en CIPER ¡El mercado le ha seguido el pulso a estos movimientos de la población. Entre 2002 y 2008, las clínicas más grandes incrementaron su capacidad instalada en un 79%. Los proyectos de expansión alcanzan los 500 millones de dólares![9]. Es decir, la salud, o como se dijo anteriormente, la gestión social de la enfermedad-enfermedad es un gran negocio para los empresarios. Pese a ello, según la OCDE, Chile obtiene ciertos logros en salud precarizando a los trabajadores del área, desmantelando la Salud Pública en Salud. Se gasta un 7% del PIB en Salud. De eso, un 3,8% se destina a la atención del 80% de la población (los que están en Fonasa); y un 3,2% al 20% restante (los afiliados a isapres). Todo ello expresa las transformaciones neoliberales en el seno de la salud, así como en los elementos que le rodean.

De los determinantes sociales en salud a la identificación colectiva.

Chile es uno de los países más privatizados del mundo. Es que expresa una contrarrevolución madura. Erich Fromm[10] indicó que una las características centrales del progresismo neoliberal se relacionaba con la tríada: producción ilimitada-la libertad absoluta-felicidad sin restricciones. Esto, en lo ético, traería un hedonismo radical y un egoísmo extremo. De esta manera, en la caracterización de la sociedad chilena como una expresión neoliberal madura se suplanta al individuo por el sistema ¿Qué es lo mejor para que el sistema marche?, enconando al sujeto a la tesis que “con esfuerzos le pueden llegar beneficios”. Esto explicaría el diagnóstico del sujeto, la crisis de sentido y de identidad que lo subyuga post-derrotas: dictadura militar y salida pactada a la misma. La reducción del individuo como sujeto estadístico. Esta involución dificulta la asunción de proyectos sociales y colectivos. Y por tanto, la identificación consciente e histórica de los determinantes sociales que están implicados en su porvenir, en su proyecto vital. Esta fragmentación objetiva y desconstitución subjetiva, reducen la acción social a la mera compensación de intereses. Durkheim le llamó a eso solidaridad mecánica. La fetichización de la realidad impide la emergencia de esperanzas y posibilidades. Una posibilidad de ruptura podríamos encontrarla con la necesidad de analizar lo real. Es decir, el pasaje al acto de compartir con el sujeto fuera de lo que lo ataba anteriormente (una categoría social), instándolo a formar organización. Eric Laurent[11] diría algo así como enfrentar al sujeto con su angustia, porque es un afecto que no engaña. El malestar del sujeto es por la pérdida de sentido, de porvenir y de proyecto social. Es por la derrota y la instalación del capital por sobre el trabajo. Es por la miniminalización de la vida y la exageración de la depradación, la muerte y la enfermedad-enfermedad.
En la identificación colectiva, es necesario revisar la opacidad desde la emergencia que van teniendo los sujetos subalternos, y las posibilidades que se abren en la construcción de sujetos sociales con capacidad de disputa y control de su proyecto vital. Pasar de la mera determinación e imposición de las condiciones por parte de los sectores dominantes, hacia una táctica de actividad colectiva que construya los pies del Pueblo. En ésta radicarían nuestras observaciones para definir las condiciones de posibilidad[12] y la puesta en marcha de un proyecto vital que emerja desde los actores que están atravesados por la condena.

Sobre la apropiación de la salud y la construcción de un proyecto vital.

El Psicoanalista S. Freud[13] indicó en 1927 que “la civilización es algo que fue impuesto a una mayoría contraria a ella por una minoría que supo apoderarse de los medios de poder y de coerción”. Esta civilización se asemeja a la cultura y la cultura está dominada por el sentido común, cuya direccionalidad está subordinada a la dominancia global de la clase dominante sobre la dominada. La apropiación de la vida “en general”, su distribución y su gestión están en manos de unos pocos. En palabras de K. Marx[14], la masa de la humanidad se expropió a sí misma para mayor gloria de la "acumulación del capital". Así, como se consignó anteriormente, el patrón de acumulación instalado por la fuerza en Chile trajo un deterioro significativo en la capacidad de disputa de la clase trabajadora. La derrotó en dos planos: político y militar. De esta manera, expoliando sus derechos y atosigando sus ideas, se destacaron reservorios de organización que articularan una resistencia (por lo menos a nivel de subcultura o contracultura) a la dominancia total del capital. El diagnóstico estructurado para superar la organización noventera en Chile, los colectivos, supuso la siguiente esquematización:

1.- el paralelismo eterno con el Estado y las formas organizativas capitalistas para la producción de realidad social.
2.- la dispersión de la clase trabajadora,
3.- Impiden la confrontación con la burguesía, ya sea en forma total o parcial.

La superación dialéctica de la problemática de una Praxis política fragmentaria viene a resolverse (al menos en cuanto a tesis) en la creación de espacios de síntesis “político-social”. Esto cuajaría en la puesta en marcha de “Comunidades de Militantes” que anteriormente se encontraban dispersos. De esta manera, desde el paso de una dispersión a una unidad sintética, lo que se pone en juego es la cuestión del poder y el control político y sus problemas asumidos en forma plena respecto a cómo llevar a cabo aquello.
Si se considera que en cuanto a la estructuración entorno a la salud, las organizaciones que se vinculan con el tema son de dos tipos: institucionales (Gremios y algunos sindicatos aislados, Juntas de Vecinos, ONGs, entre otros) y para-institucionales (Mesas Territoriales, Agrupaciones, Colectivos de Salud), se podría indicar que la discusión debería radicar en el mismo plano: en la apropiación colectiva y el ejercicio del poder de los actores involucrados. Tomar control del medio productivo de forma autónoma y comunitaria. A su vez que se va preñando lo viejo de lo nuevo, ¿Cómo se debe hacer para favorecer la instalación de la idea de control comunitario en salud? Tal como se caracterizó anteriormente, con la liberalización de los servicios, la tríada objetiva del valor sucumbió a la ética neoliberal. La salud pasó a ser una mercancía que se regula por el mercado. Ésta estaría enquistada en una bifurcación con claros ribetes privatizadores: lo público y lo privado. A su vez, los actores estarían desarticulados y posicionados en diferentes planos debido a la organización del sistema: Servicios de Salud y la Administración delegada de Municipales y terceros. El papel de lo comunitario y del control, desde esta vertiente se considera difuso. Pero no lo es cuando se asume el carácter de apropiación del modo y objeto de la producción de la salud y el ejercicio del poder popular de los sujetos subalternos dentro de un patrón de acumulación dominante. Esto es, como se dijo, preñar lo viejo con lo nuevo. En este aspecto, tal como surgió con el tema estudiantil[15], la punta de lanza de la constitución de control comunitario en salud se esboza más próxima a la capacidad organizativa de los pobladores.

Los pobladores y su ubicación en la puesta en marcha de la táctica del control comunitario en salud.

Los pobladores como sujetos subalternos son actores poliformos, polivantes en sus recursos y tácticas, que fraguan su lucha y constitución al calor de demandas características que se enclavan en un contexto histórico determinado. Éstas entran en conflicto con las formas de perpetuación de la dominación capitalista en cada una de sus fases. Por lo tanto, evidencian diferencias profundas en cuanto a lo político, una vez vencidas las cristalizaciones impuestas. Desde el diagnóstico, se puede indicar que al concebir el modelo dominante de salud el carácter de “enfermedad-enfermedad”, deja de lado “la salud” como colectividad. Obvia y reduce, lo que es digno de muchos estudios, lo que se denomina “Salud promocional y preventiva”. ¿Para qué lo va a realizar? Ya que considera la salud como un agregado que permita “el mínimo” para mantener al trabajador en una condición de pauperización de derechos. Es decir, en el neoliberalismo el 75% del financiamiento de la salud del trabajador depende del trabajador mismo, siendo el aporte del Estado de un 25%.. Esto sitúa a Chile, dentro de la OCDE, como el número de los países que hacen gastar dinero de su bosillo a los trabajadores. De esta manera, para la clase dominante le es indiferente el desarrollo de estrategias integrales de promoción y prevención en salud. Esto abre una veta táctica para el ejercicio de poder comunitario. El cual puede ser tomado por los pobladores, quienes, en su ubicación dentro de la estructura productiva de la salud, adquieren protagonismo y rol del ejercicio del control comunitario de la salud misma. Si se considera la historia de los pobladores en Chile, se observa que alrededor de los años 30, la concentración espacial, que trajo aparejadas dificultades para algunos sectores sociales, se debió al beneficio obtenido por otros sectores en función de la concentración caracterizada por la aglomeración y valorización diferencial de la tierra. Desde antes de los 30, posterior al surgimiento de la “cuestión obrera” y la migración campo-ciudad, trajo aparejada un crecimiento urbano significativo. En 1910 Recabarren[16] se pronunció al respecto, caracterizando la situación de los asentados como “una ignominia”. Los pobladores se escaparon de los ranchos, para vivir las penurias de los conventillos. Es ahí, en esa estructuración habitacional, en donde surge la preocupación de los pobladores respecto a la salubridad (incluido el Estado y los servicios sociales altruistas). Desde entonces, la compenetración Salud-Vivienda fue un eje de relevancia política del Movimiento de Pobladores en Chile[17]. Uno de los casos paradigmáticos fue el Campamento “Nueva La Habana”, cuyo rol articulador del ejercicio de poder popular histórico radicó esencialmente en los pobladores organizados desde una forma autónoma relativa. Esta disyuntiva Autonomía/vía institucional, en cuanto a la constitución y representación de los referentes poblacionales no sería algo que incidiría en la consecución de niveles tácitos del ejercicio del control comunitaria autónomo. La Historia del Movimiento de Pobladores nos indica que, por la década de los 60, éste sector tomó realce debido a la orientación táctica de la DC para cooptar las demandas pujantes de los pobladores (vincular el Estado con la “Sociedad Civil”). Una vez “legitimada” la existencia y participación de los pobladores, éstos se adhirieron en grandes cantidades a las organizaciones vecinales constituidas (JJVV). La Izquierda, dando cuenta de aquello, redigirió su orientación programática hacia “el copamiento” de los espacios Institucionales. Esto, sin dejar de lado, evidentemente, la alternativa de construcción autónoma a los poderes dominantes. Nótese, nuevamente, la aproximación a la experiencia generada en el Campamento “Nueva La Habana”. Para ello, dentro del control comunitario, se debe hacer una diferencia entre la “vida comunitaria” y “alternativa comunitaria”. La “vida comunitaria” se conceptualiza como la vida en común que despliegan los habitantes de un sector territorial determinado. Por “Alternativa Comunitaria” se entiende la postura política de construir vida conscientemente organizada en aquel sector. Esto, sería el pilar de la estrategia política de construir “Un Barrio Nuevo”[18], mientras que el ejercicio del poder y el control comunitario en salud es la táctica para lograr aquel proyecto vital.
La articulación del control comunitario en salud: actores, actos y escenificación. La experiencia del Comité de Salud Comunitaria “Violeta Parra” de la Población Luis Cruz Martínez de Chillán.
La población Luis Cruz Martínez es un barrio tradicional que se ubica al sector poniente de la ciudad de Chillán. Sus orígenes se remontan a finales de la década del 60, siendo su proceso de configuración espacial determinado por dos tácticas: la toma de terreno y la opción gradualista “Cooperativa de Vivienda”. Durante la época del UP asume un gran protagonismo en la esfera política poblacional en Chillán, siendo pilar importante de sostén del Partido Socialista de la comuna, así como del Comité de “Los Sin Casa” próximo al Partido Comunista, lo que significó que el Presidente Salvador Allende visitara a los dirigentes del barrio para interiorizarse de su trabajo. Luego de la derrota militar, la población vive un proceso similar a los barrios chilenos: shock-persecución-ocultamiento-reforma dirigencial-resistencia política-asunción de la salida pactada-disolución de la organización-fragmentación-cooptación-instrumentalización.
Posterior aquello, la derrota de la salida pactada significó una fantasmática presencia organizativa que fue cambiada el año 2010, durante la coyuntura pos-terremoto. Desde entonces, se incentivó el trabajo comunitario estableciendo formas organizativas autónomas y con presencia institucional, lo que favoreció la interpenetración con otros actores sociales: estudiantes de la Universidad del Bío Bío, organizaciones de pobladores chillanejas y trabajadores del Consultorio de Salud Familiar “Ultraestación” y un sindicato del retail. La línea interventiva que más tuvo desarrollo fue la de salud comunitaria. Ésta se orientó de la siguiente forma:
  Como lo expresa el esquema, el 2011 se conformó el Comité de Salud Comunitaria “Violeta Parra” incentivado por dos aspectos: 1) preocupación por la salud pública chilena, específicamente la Atención Primaria en Salud otorgada por el Consultorio “Ultraestación” de Chillán 2) Efectuar acciones comunitarias[19] entorno a la Salud Comunitaria. Durante el 2011 se hizo notar con relativa fuerza los embates privatizadores en la Atención Primaria de Salud, las cuales sustentaron las ideas neoliberales de aumentar el copago, subir los costes en los fármacos, precarizar la actividad laboral de los funcionarios (recordar el Paro de la CONFUSAM), entre otros. Es decir, los CESFAM serían delegados a corporaciones, tal como se quiere hacer con los recintos de atención terciaria (Hospitales). En esta coyuntura, surge el Comité de Salud en la Población, superando la propuesta de “Crear Mesas Territoriales por la defensa de la Atención Primaria o Salud Pública”[20].
Es así como el Comité, se orientó en la tarea de tomar la salud pública/comunitaria desde 8 esferas directrices:
 a) la territorialidad, expresada en la ubicación de la dinámica espacial en la cobertura de salud, lo que permitiría un ejercicio de poder a las comunidades poblacionales respecto a los temas referidos a la salud pública/comunitaria; b) articulación con otros actores, en la medida de conformar un núcleo de expresión popular del ejercicio de salud pública-comunitaria junto a estudiantes del Colectivo de Salud de la Universidad del Bío Bío y Trabajadores del Consultorio “Ultraestación”. Es decir, la gestión y puesta en marcha de la salud comunitaria pasaría por la articulación de estos 3 actores. C) AGP, en el sentido de instalar ideas fuerzas respecto a la situación de la salud pública, donde se atiende la mayoría de la población. (Para ello se hicieron foros y jornadas de discusión), así como en la formación se realizaron ciclos de Formación de monitores en salud comunitaria. D) La conformación del Comité permitió contar con autonomía organizativa, así como la interpenetración en la estructura institucional de las juntas vecinales. E) Si el neoliberalismo niega la promoción y prevención, la acción del Comité se dirigiría por esa veta. Aquello otorgó posibilidad de crecimiento y posicionamiento, así como ejercicio de poder y control “local” en esta área de la salud comunitaria. F) La confrontación social frente al modelo hegemónico, guiado por la idea de consecución de un “Barrio nuevo”, así como participar en la coyuntura agitando sobre el tema. Faltó eso sí, entrar en disputa con los administradores municipales del Consultorio respecto a la estructura arquitectónica del recinto (Muy pequeño para la población que se atiende). G) La constitución y puesta en marcha permitió la referenciación de la organización comunitaria y la preponderancia del tema de salud comunitaria. H) El financiamiento fue para-instituciona e institucional, este último conseguido a postulaciones vía Junta de Vecinos a proyectos y el aporte directo al Colectivo de Salud por parte de la Universidad del Bío Bío para la ejecución de los ciclos de formación de Monitores en Salud.

Algunas discusiones finales respecto al ejercicio del poder y la conducción del control comunitario
A lo largo del documento se dio cuenta de la alternativa táctica del ejercicio del poder de los sectores subalternos en una fase neoliberal que presenta sus primeros síntomas de agotamiento político. En ese escenario, la acción del control comunitario se sitúa: primero en el plano de simbólico-vivencial, en la medida de establecer un proyecto vital que se va erigiendo dentro de un patrón de acumulación dominante y segundo la radicalización de este proyecto de vida que permita conflictuar temporal y limitadamente con el proyecto social hegemónico, dirigido por la clase dominante. De esta manera, el tema de la construcción del ejercicio del poder en salud y su control se condicen con las tareas que deben desarrollar los revolucionarios y el Pueblo subyugado: en esta fase de incremento de la movilización y algunos retazos de conciencia, el pasaje de la derrota a la ofensiva necesita hacer carne la estrategia a través de tácticas que sean asumidas por el Pueblo en su expresión sectorial e integral. Aquello conlleva una tarea de favorecer la organización autónoma y el fortalecimiento de la formación continua y elicitadores de mayores  niveles de conciencia. Es evidente que el caso expuesto no es el “perfecto” respecto a la cuestión del control comunitario en salud, pero si es un antecedente a considerar en la medida que es en la realidad concreta donde se van dando los ejercicios del poder popular histórico, siendo los revolucionarios e intelectuales orgánicos los que tengan por tarea no solo acompañar y guiar al Pueblo en esa tarea, sino problematizar junto  a él, el sentido mismo de la vitalidad.


Chillán, Mayo de 2013.



[1] Participa del Comité de Salud Comunitaria “Violeta Parra” de la Población Luis Cruz Martínez de Chillán.
[2] Para comprender esto, revisar el texto de T. Khun (1971) “La estructura de las revoluciones científicas”. FCE.
[3] Lo político sería el modo en que se instituye la sociedad. Es decir, el carácter ontológico de la misma. Por lo tanto es aquello que dinamiza el carácter antagónico en una  sociedad concreta.
[4] El Psicoanálisis frente al Discurso del Amo Contemporáneo.
[5] Entrevista en el diario “EL Ciudadano”. La ciencia ha sido sometida al poder del dinero.
[6] Situación similar ocurre con la vivienda y la educación. Desde 1981-1982, posterior a las políticas de shock y la asunción de las políticas de los Chicago Boys, se genera una transformación “por arriba” del patrón de acumulación. Se instala el neoliberalismo, el cual empieza a liberalizar los servicios antes administrados por el Estado. Estos son los efectos de la contrarrevolución. El minimalismo del Estado, la expoliación de derechos y la mercantilización total de la vida. La burguesía nacional se entrega de lleno al capital difuso transnacional, cambiando su filosofía y su ética. Por tanto, modifica sus esquemas en cuanto a sus teorías del valor.
[7] OMS. Determinantes sociales de la salud.
[8] Las transformaciones neoliberales en Chile. Antecedentes de contexto para la discusión sobre los determinantes sociales de la salud.
[9] Las dos caras de la agenda del Gobierno en Salud. Pese al año de su publicación, refleja en cierta manera la lógica de mercantilización neoliberal de la salud.
[10] Tener y Ser.
[11] Eric Laurent. Psicoanalista. ¿Desangustiar?
[12] Quizás algo cercano a la conceptualización de M. Foucault
[13] El porvenir de una ilusión.
[14] El Capital, tomo I. Capitulo XXV
[15] Rafael Agacino, en una entrevista dada el año 2012, caracterizó de buena forma lo que se indica en ese párrafo. Frente al tema de las movilizaciones estudiantiles, declaró ¿Cómo caracterizar esta movilización social que ocurre en un contexto de crecimiento económico, en ausencia de desempleo masivo, de bajas salariales o de una situación de pobreza masiva y creciente? Lo que hay es una explosión en otras condiciones: en condiciones de inclusión social; no se trata de las masas menesterosas clamando por pan; no se trata de “marchas del hambre” como en los años setentas y ochentas. Pese a que considera “Aspiracionales” a los estudiantes, podríamos indicar que, tal como el tema estudiantil inició su movilización en los “Estudiantes-Clientes” mismos, los pobladores, por su ubicación en la estructura organizacional de la salud se ubican en el mismo plano “Pobladores-Usuarios”. He ahí su potencial movilizador y propulsor de la idea de apropiación del “Producto de consumo” que está recibiendo. Y la fisura presentada con los trabajadores de la salud, reducidos a puras reivindicaciones salariales.
[16] Ricos y pobres
[17] Nótese que las Ligas de Arrendatarios y posteriormente, en los gérmenes de poder popular expresados en el Campamento Nueva La Habana,  lo habitacional era inconcebible de lo sanitario. Los pobladores rompieron la relación sujeto-objeto entre sus necesidades y el entorno que les rodeaba, incluso superando la noción de salud, llevándola al plano del “Medio Ambiente”
[18] Esta conceptualización se las debo a los compañeros de Temuco.
[19] Siguiendo la esquematización táctica encontrada en los textos de Mario Garcés.
[20] Esta propuesta era sostenida esencialmente por el PC y algunos gremios de trabajadores, como FENATS en los Hospitales y AFUSAM en los de Atención Primaria.


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