La movilización desencadenada por los estudiantes durante el 2011, no fue un estallido espontáneo ni mucho menos la premisa de un nuevo orden político social. Fue la manifestación de un sector ante los abusos que el sistema de mercado, selectiva y deliberadamente, genera sobre su condición de consumidores. Si bien el ascenso y despliegue de las movilizaciones se dieron sobre un campo social atomizado, oprimido y por mucho tiempo despojado de su potencial para generar espacios políticos autónomos de las instituciones estatales, éstas permitieron que se dispersara la consigna por una “educación gratuita, democrática y al servicio del pueblo”.
Al calor del aumento de las movilizaciones, los propios estudiantes han ido transformando su perspectiva inicial de análisis del conflicto, pues ya no se ven como “consumidores” de un servicio de elevados costos y precarios niveles de calidad. Más bien, producto del auge social y el aporte de vertientes políticas diversas (principalmente de izquierda), los estudiantes comenzaron a comprenderse como actores relevantes en un debate que por lejos tiene profundas concepciones políticas e ideológicas. Esta coyuntura evidenció que la herencia dictatorial, su continuación concertacionista y ahora derechista, separaron lo político de lo social, y no sólo estuvieron muy lejos de cambiar el modelo o sus estructuras, sino que además fortalecieron las condiciones propicias para hacer de la salud, educación, vivienda y cultura un negocio rentable para capitales nacionales y extranjeros.
2. El momento actual y qué comprendemos de las regiones
Hoy el movimiento estudiantil no pretende ser vanguardia de un necesario y ascendente movimiento político-social. Los estudiantes, principalmente de regiones, hemos comprendido la necesidad de articularnos en conjunto con los demás sectores sociales, para fortalecer nuestro análisis político, nuestras líneas organizativas y las propias medidas de presión. En nuestras localidades hemos comprendido que la división de los conflictos en términos sectoriales y su disputa en esa misma perspectiva, solo puede traer, a largo plazo, beneficios para las élites que gobiernan y administran los capitales nacionales. Por tanto, en educación, planteamos “Comunidades Educativas” como la labor de generar espacios democráticos, conformados por estudiantes y trabajadores, donde se comiencen a desarrollar experiencias de control comunitario del proceso educacional. Definiendo los elementos financieros, curriculares y las relaciones laborales y sociales en los espacios educativos. No obstante, debemos cuestionarnos fuertemente el origen del actual sistema político administrativo nacional, no olvidemos que fue la dictadura quien planteó la configuración actual en base a un sistema de especulación productiva que claramente no responde fielmente a los elementos indentitarios, culturales, políticos o sociales que determinan el sentido territorial de los sujetos que habitamos esta larga y angosta franja de tierra. En términos concretos, en diversas “regiones” se ha demostrado que los propios movimientos sociales responden a factores que van, por lejos, más allá de la división político administrativa sino, más bien, a asuntos locales y globales a la vez.
3. ¿Qué nos diferencia de la capital?
A parte de los miles de factores evidentes, tales como pésima distribución de recursos de inversión, excesiva burocracia, desamparo de las zonas extremas y organización productiva o laboral carente de una lógica de fortalecimiento local, los territorios fuera de Santiago nos diferenciamos porque poseemos elementos culturales, políticos y sociales que nos llaman a plantear alternativas al curso social “natural”. Sin embargo, ese curso social “natural” es externo y proviene de los pactos establecidos en las relaciones de conveniencia política y económica de grupos que se alojan principalmente en la capital.
En nuestras localidades no solamente nos quedamos en la crítica respecto de la pésima configuración de las instituciones del Estado, sino que también avanzamos en crear propuestas que nos permitan responder a nuestra realidad. Por ello buscamos generar un debate profundo, comprendiendo que la actual división regional no da cuenta de elementos complejos como las determinaciones políticas, culturales e identitarias propias de los territorios. En esos términos, nuestra tarea, es configurar espacios político-sociales autónomos de la administración estatal impuesta, que apunten desde una perspectiva local, a la resolución de conflictos globales, planteándose a sí mismos la generación de alternativas para el control comunitario de las condiciones de vida.
4. Movimientos sociales lejos del smog
Pero no consideremos que las denominadas regiones sean la panacea y que Santiago sea una animadversión de lo social. Sería mucho más sensato destacar el curso propio de los acontecimientos y en base a aquello generar contrastes realistas que proyecten una alternativa desde lo político-social.
Teniendo en cuenta que las disyuntivas han sido generadas por la represión y política de quienes administran el Estado (y no por los movimientos sociales y sus componentes), sería oportuno señalar que en nuestros territorios poseemos un potencial político-social de características inconmensurables dado por nuestra configuración geográfica, histórica, productiva y/o identitaria. Es por ello que el curso de los movimientos sociales ha sido diverso. Si bien en su discurso existen matices respecto al de la capital, éstos claramente deben ser resueltos en la lógica de proyectar una alternativa popular que confronte las actuales condiciones y configuración del Estado y sus élites.
5. Observando-nos
El último tiempo hemos visto emerger un amplio número de movimientos organizados de forma horizontal, transversal y multisectorial. Estos movimientos han sido capaces de instalar una visión en torno a cómo resolver problemas que hasta ahora la institucionalidad no deseaba tomar en cuenta. Experiencias tales han sido originadas con asambleas y debates intensos, marginando la burocracia y las estructuras estatales. Así, hemos visto cómo en la actual coyuntura los secundarios articulados en asambleas han logrado dar sorpresa y remecer la agenda del gobierno. Del mismo modo hemos visto como existen movimientos fuera de Santiago que no validan el parlamento como instancia de solución, sino que se enfocan en un proceso de organización social ascendente que genera alternativas.
En Concepción hemos avanzado en el rumbo de la organización multisectorial, dejando de lado los pactos con “cúpulas políticas” o instancias estatales. Tanto trabajadores como estudiantes y pobladores, estamos comenzando a decir basta ante ciertas lógicas que parecen inamovibles. Hemos dado el pie a asambleas con trabajadores, espacios de debate conjunto y encuentros regionales de temas sectoriales, manteniendo un discurso enfocado a la creación de alternativas y no a la disputa institucional. Si bien la experiencia es embrionaria, es necesaria para generar prácticas en este ámbito, y no seguir esperando que en Santiago las cúpulas partidistas se pongan en acuerdo por nosotros. En nuestros espacios locales no debemos seguir esperando, debemos tomar la acción, de norte a sur, organizarnos y plantear nuestro proyecto de sociedad para que se alimente y confluya con la generación de una alternativa a las imposiciones actuales. Estamos convocados a cambiar las condiciones sociales antes que vengan otros y nos sigan hundiendo en un país de unos pocos.